Hacia allá miran, cada tanto, los
ojos hambrientos de mi corazón, a una tierra no visitada, eso dicen. Yo la he
visto amanecer entre mis manos y mi boca se ha llenado con la sangre de su
savia. A chispazos me ha encendido el perfume arrebatador de un tango,
silabeado en la sutil belleza de unas piernas. He cabalgado riscos y negruras a
lomos de un alazán, y juntos hemos sorteado leyendas y horizontes, pateando
historias turbulentas en el canto profundo de un tambor, entablando un cara a
cara con mis sueños que agitan el pañuelo donde habitan ella, mi abuelo y yo,
que me siento, tantas veces, como decía mi admirado “Don Ata”, Atahualpa
Yupanqui, un gaucho misturado con indios.
Puede que un día, quién sabe, allá
reposen los esquejes de esa nada que fui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario