Estoy prendado de él desde
aquella tarde que nos presentaron, en uno de los puestos aledaños a la plaza de
abastos de Algeciras. Me imantó su color, profundo y etéreo como la arena del
desierto, su perfume que trepó por los poros de mi nariz convirtiéndome en su
siervo. A lomos de su voz cabalgo los recuerdos intangibles de Marruecos. Señor
de mis sueños, no he dejado de acompañarlo desde entonces por la caravana de
especias que parte rumbo a la Ruta del Hechizo. Pero es amo sabio y justo y me
invita a compartir con él guisos y vapores, risas y enhorabuenas. A veces me entusiasmo
tanto mirándolo, ahí, quieto, seguro de sí y de su aspecto, que me extralimito
en mis afectos y entonces me pierdo yo y las alabanzas, por el uso y abuso de
su reino. Un pellizco de él es para mí como un tesoro de Oriente en mis manos,
ni te cuento ya en mi boca que se deshace salivando gozo. Yo quisiera
compartirlo contigo, pero me habrás de prometer que serás mesurado en tus
apegos, no desearía escuchar de su voz; estoy agotado, no te quiero. Se llama Ras El Hanout, y en mi cocina tiembla
la encimera en cuanto asoma el pescuezo.
Crítica i confrontació
Hace 3 años
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