Yo quisiera
saber quién besó tus orillas, qué viento mimó los cabellos de una dama dormida.
Cuál cangrejo arañó la epidermis de tus murallas y qué ilusión abrigó esa, tu
mujer querida.
He leído en
libros de leyendas e historias cómo se fraguó aquella primitiva Gades. Pero hay
algo que tú no sabes, afamado historiador que indagó sobre sus avatares; qué
pensaron, cómo amaron, soñaron, sus primeros habitantes.
Yo me quedo con
ellos e imaginar quiero, que me lleven de la mano a visitar sus templos. Un
rito, una libación, un dios, un ruego.
Yo me quedo con
ellos e imaginar quiero, que me acepten como tripulante de un barco velero. Un
puerto, un mascarón, el vendaval, el miedo.
Auxílienme
paisanos, que me atacan por varios frentes, alguien que no me quiere bien y me
manda mil maldiciones.
Yo me quedo con
vosotros e imaginar quiero, seré liberto una mañana de mercado. Cuatro
esclavas, tres sollozos, dos miradas aterradas y el baladro de un tirano.
Yo quisiera
correr hacia aquél promontorio, donde enclavado está el Templo de Kronos, para
estar, por qué no, más cerquita del cielo. Por acá, maldición, abundan,
apestan, los ladrones, los traidores, los pendencieros.
Yo quisiera
saber, mejor, desearía ver, eso que tú no ves, eso que tú no sabes. Lo que no
cuentan los más acreditados autores, ni hallaran en los anaqueles los más
obsesivos lectores. Yo quisiera oler y transitar aquella, la primitiva Gades.
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