viernes, 22 de febrero de 2013

Patrocinio de Biedma. El amor y la desgracia


CAPÍTULO II
EL AMOR Y LA DESGRACIA

Y así las cosas, el muchacho de Baeza y la joven Patrocinio contraen matrimonio el 20 de diciembre de 1861 en la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de Begíjar.
Patrocinio, que profesaba y practicaba la religión católica, expone que la esposa debe ser fiel, piadosa y buena. Su imperio es el amor, porque la esposa no tiene otras armas que su dulzura y su bondad. Su talento debe consistir en el secreto de obedecer mandando.
La desdicha más canalla quiso adueñarse de la vida de Patrocinio, lo que sin duda hubo de marcar el resto de su existencia. El 9 de febrero de 1873 enviudó, pero antes ya había sufrido la muerte de los tres hijos que tuviera con José María de Cuadros. La muerte del primogénito la llevó a escribir Elegías a la memoria del niño Don José María del Olvido Quadros de Biedma, muerto a los seis años de edad (1874); La oración a mi hijo José del Olvido; y Ecos de amor. A mi hijo José del Olvido, todas ellas publicadas en la editorial La Margarita (diciembre de 1874). Su primer hijo, José María, que enfermó gravemente a los pocos días de nacer, fue trasladado por el matrimonio hasta Granada, con la esperanza de hallar remedio a su mal, algo que no llegaría, siendo enterrado en la ciudad nazarí. Patrocinio deja constancia de este luctuoso suceso a través del poema “Adiós a Granada”:

¡Quédate, adiós! ¡Mi corazón se rompe
en esta dolorosa despedida!
Se queda en ti la dicha de mi vida,
¡ y yo voy a partir!
¡Quédate, adiós! A ti van mis suspiros
unidos a las notas de mi canto
Que brota entre raudales de mi llanto
e imita mi gemir!
Yo crucé un día como el ave errante
por tus bosques de mirtos y laureles
y dediqué a tus mágicos vergeles
un cántico de amor.
Hoy dejo tus florestas perfumadas
que recorrí con entusiasta anhelo
y me despido de tu hermoso cielo
temblando de dolor.
Cual gime en la espesura la paloma
a quien el huracán deshizo el nido
y al buscar el abrigo que ha perdido
exhala su aflicción.
Así vago yo triste en tus jardines
dando triste expansión a mis dolores
pues que perdí el amor de mis amores
¡mi gloria y mi ilusión!
Aquí escucho en el eco de las fuentes
y en el cántico dulce de las aves,
los ecos de su voz, puros, suaves,
de encanto celestial.
Y al trinar de los dulces ruiseñores
percibir me parece el tierno acento
que exhalaba, diciendo su contento
su boca virginal.
En la nieve que cubre las montañas
que circundan tu vega embalsamada
miro la vestidura delicada
del ángel de mi amor.
Y en las leves neblinas de celajes
que coronan la cima de los montes
meciéndose en azules horizontes
cual bandas de vapor.
La sombra celestial del hijo mío
que baja entre las gasas de una nube
con su forma impalpable de querube
mi llanto a consolar.
Tiendo mis brazos a la sombra errante
que vaga libre en el azul del cielo,
mas ¡ay! se aleja sin calmar mi duelo
y me deja llorar.
¡Huid recuerdos de un dolor sombrío
que destrozáis a vuestro paso el alma!
¡Dejadme ya! ¡Recobrará la calma
mi herido corazón!
Yo quiero adormecerme en el olvido,
quiero ver otra gloria en lontananza,
quiero vivir soñando la esperanza
soñando la ilusión.
Y tú, Granada, la sultana bella,
de manto aljofarado de rocío,
a quien las ondas de azulado río
sirven de ceñidor.
Ciudad de las moriscas tradiciones,
blanco cisne perdido en la enramada,
paloma sobre flores reclinada,
edén encantador.
Guarda el tesoro que en tu seno dejo,
que son los restos de mi bien perdido,
y guarda el eco del postrer gemido
que exhalo en mi aflicción.
Que siempre mis miradas afanosas
buscarán de tu cielo los reflejos,
y tuyo, ya esté cerca, ya esté lejos,
será mi corazón.



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