Después de varios años
transcurridos desde nuestra investigación genealógica, que nos llevó,
embriagados por el desatino y la ilusión, por archivos, legajos y expedientes,
ofreciéndonos los más fructíferos resultados, entusiasmado me hallo otra vez
ante este nuevo reto que yo mismo me he puesto. Igual que entonces me mueve la
pasión de aprender, de entender, de verme rodeado de documentos añejos que
vengan a hablarme de tiempos pretéritos, y siendo así quiero dejarme llevar por
los vericuetos de una época silenciada, pero que considero fue crucial,
centrándome muy particularmente en la ciudad donde vio la luz, mi ciudad natal;
Cádiz, con un subtítulo que lo dice todo: Desde
Cádiz, por Andalucía y la Humanidad. El período histórico del que os hablo:
La Revolución de 1868, más conocida como La Gloriosa. Sé bien que se ha escrito
no poco sobre ella, pero sin ánimo de desanimarme quiero rescatar
acontecimientos, personajes, curiosidades de los que casi nada o nada se sabe o
se ha dicho. En ello estamos, a ver cómo sale.
Y para comenzar lo hago con una
revista mordaz y rebosante de ingenio que descubrí no hace mucho y de la que
nada sabía. Y como el título del blog me invita a ser ciudadano del mundo, como
así me siento, pues allá va el comienzo, con esta revista que vino a editarse
muy lejos de mi tierra patria.
LA FLACA
Es algo más que el nombre de una famosa
canción. Por La Flaca se conocía una
revista satírica, acentuadamente republicana y federal.
Editada en Barcelona a partir de marzo de
1869, se prolongó en el tiempo, cambiando de nombre según las vicisitudes del
momento, hasta 1876, coincidiendo con el Sexenio Democrático. Escapando de la
censura se imprimió con diversos nombres, siempre sobrados de ingenio y sátira
fina; La Carcajada, La Risotada, La Risa, La Madeja política, El lío y La
Madeja.
Su nombre, La Flaca, se contraponía al de su oponente, de tendencia carlista,
aunque en subtítulos aparecía como liberal, La
Gorda, que se publicaba en Madrid.
Destacó por sus excelentes caricaturas a
color, a través de las cuales ridiculizaba a la monarquía, al clero, a los
militares y al político Juan Prim. Si bien dichas caricaturas no aparecían
firmadas, los investigadores se las atribuyen al dibujante e ilustrador
barcelonés Tomás Padró.
Con sus textos en verso y en prosa, es
considerada, además, la primera revista española en hacer un uso informativo
del color.
La revista gráfica, de edición semanal,
escrita en castellano y de tirada nacional, llegó a tener ventas en Ultramar,
Francia o Italia.
Participaba de no pocas semejanzas con su
contemporánea, la histórica revista inglesa Punch,
particularmente en el acento mordaz de sus caricaturas, si bien La Flaca dirigía sus objetivos hacia el
terreno político estando Punch más
enfocada hacia la crítica social.
Su valioso legado en el ámbito del
periodismo satírico español fue continuado por revistas como La Mosca (1881-83)
y El Motín (1881-1926) o el semanario gráfico barcelonés El Loro (1879-85) el
cual compartía colaboraciones litográficas en color del ya citado D. Tomás
Padró.
Sigue siendo considerada, por no pocos
historiadores, como la publicación más incisiva y crítica de la realidad de su
tiempo. Gozó de muy buenos colaboradores, si bien los textos aparecían sin
firmar o con pseudónimo. La calidad de su papel fue sobresaliente para la
época. Las caricaturas de La Flaca marcaron época, determinando el estilo y el
tipo de caricaturismo político español del siglo XIX.
Su título, La Flaca, venía a punzar en la situación del pueblo español. Así,
en una de las portadas de su primer año de vida, aparece una escuálida matrona
con escudo y corona de laureles, acompañada de un león tan raquítico como ella.
La imagen de la revista, siempre dentro de su peculiar acento mordaz, suponía
una alegoría de la pareja formada en el siglo XIX sobre la matrona y el león,
símbolos de la alianza entre la monarquía y el pueblo, dando a entender de
forma gráfica el lamentable estado de dicha alianza, absolutamente paupérrima,
tanto que se había quedado en su mínima expresión.
En sus comienzos La Flaca protagonizó una
durísima oposición al General Prim, hasta que finalmente se suspende la
publicación con el número 100 durante el verano de 1871. A comienzos de 1872,
coincidiendo con el preludio de la tercera guerra carlista, reaparece aunque ya
bajo diversos títulos, mostrándose, en todo momento, notoriamente anticarlista,
tanto es así que éste se convirtió en el único motivo de su existencia. Dejó de
publicarse acabada la guerra, con un número que lo decía todo: La Paz ¡bienvenida seas!
Tomó la alternativa sobre el enredado ruedo
de la España del último tercio del siglo XIX con una genial carta de
presentación. Y al leer tan notables páginas de nuestra hemeroteca patria me
hago una pregunta ¿podemos juzgar dicho texto como rancio, lejano en el tiempo
y en las formas? No resultaría peregrino suponer que hubiera sido redactada
anteayer. Y al hacerlo me pellizca la memoria el nombre de un programa
televisivo, al que rebato y replico: ¿tanto hemos cambiado?
AÑO
I
Barcelona, Marzo del primer año del último entorchado de D. Juan Prim.
Núm. 1.
Números sueltos: 1 real.
Barcelona, Marzo del primer año del último entorchado de D. Juan Prim.
Núm. 1.
Números sueltos: 1 real.
Revista que SALDRÁ TODOS
LOS DÍAS DEL AÑO, excepto los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y
domingos.
Números atados: 1 real y pico.
Números atados: 1 real y pico.
Ya apareció LA FLACA. LA FLACA es un periódico que sin ser político, comercial, industrial y noticiero, jocoso ni serio, tendrá un poco de todo. LA FLACA no es republicana, ni demócrata, ni progresista, ni unionista, ni menos nea. LA FLACA es española, y sobre todo catalana. Es la amiga del hombre honrado, la amiga del trabajo. LA FLACA no adulará á los unos ni rebajará á los otros; se hallará siempre del lado de la razón y de la justicia; defenderá lo que juzgué digno de defensa y censurará lo que merezca ser censurado. En una palabra, seremos un periódico serio con las cosas serias; nos reiremos cuando haya de qué reírse; pero no nos rebajaremos hasta la personalidad ni mucho menos nos valdremos de chanzas pesadas para ridiculizar este ó aquel partido, tal ó cual institución, esa o esotra manifestación particular. LA FLACA considera la libertad de imprenta como una cosa buena, sublime; pero al mismo tiempo no ignoran sus redactores que la libertad no quiere decir licencia, que el escritor público ante todo debe conservar su dignidad, y que los abusos de la prensa son peores que los excesos de la tiranía. Por eso LA FLACA se propone ser cortés, comedida, no tanto por lo que se debe á sí misma cuanto lo que debe á sus lectores. Si delinque alguna vez, si se extralimita, culpa será de su inexperiencia, no de su mala fe; podrá más bien achacarse su falta á un exceso de celo, que á mala voluntad y poco patriotismo. LA FLACA está por todas las libertades en su más lata extensión, pero sin contradecirse á si misma puede declarar en alta voz que no es libre-cambista, pues ya hemos dicho que somos catalanes ante todo. LA FLACA es amiga de todos, respeta todas las opiniones. Para LA FLACA no hay dicha más grande que el bienestar de la patria. LA FLACA desea ver á la España contenta, feliz, grande, envidiada. LA FLACA quiere que todos los españoles estén gordos, rollizos, sanos y robustos. LA FLACA no quiere turrón, no se aficiona al dulce: lo que quiere es pan, pan en abundancia. LA FLACA quiere que florezcan el comercio, la industria, las artes y la agricultura españolas. Quiere que los capitales no se alejen de la patria, sino que vengan los de extrañas tierras. Quiere que seamos todos hermanos, que cesen nuestras civiles discordias. Quiere que no haya más partidos que el partido español, más lemas que el lema de la honradez, más bandera que la del trabajo. Que cesen los agravios, los rencores. Los odios eternos. En fin, LA FLACA quiere, y para ello se desvelará constantemente, lo que quieren los hombres honrados: Paz, laboriosidad y protección para todos. Hemos dicho lo bastante para demostrar que somos amigos de todo lo bueno y acérrimos enemigos de lo malo. Si nuestras obras corresponden á nuestros propósitos, el público lo juzgará.
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