lunes, 15 de octubre de 2012


¡Hasta siempre Azúcar!

Como una dama altiva, paseabas tu silueta con refinada distinción por cada uno de los rincones de nuestra casa, tú casa, pues tú eras la Señora de esta casa que hoy, seguramente, te extrañará tanto como nosotros lo hacemos.
Mi hijo te puso de nombre Azúcar y bien que nos has endulzado tantos días con sus noches durante estos cortos siete años. La Vida se ha empeñado en arrancarte el aliento demasiado pronto. Azúcar, con tu lindo pelo de ceniza y plata. Azúcar, con tus ojos de cielo, claro y abierto a nuestra mirada, atenta y comunicativa como ningún animal en nuestras vidas. Azúcar, señora de mi hogar, hoy un vacío profundo, doloroso y callado fluctúa por pasillos, habitaciones, escaleras y en el jardín que tan gratas horas te deparó. Un vacío profundo, doloroso y callado habita en mi corazón. Mi corazón que tanto y tanto te quiso y te querrá. Pero algo de ti, señora, quedará por siempre en este que fue y será siempre tu hogar. Este hogar que hoy no se siente el mismo sin ti. Este hogar y sus habitantes, a los que tan gozosos momentos brindaste con tus ingeniosas travesuras, con tus locas carreras, jugando al escondite con nuestros perros a los que tenías sometidos con tu diminuto cuerpo de elegante damisela. ¿Dónde quedará hoy ese peculiar juego de sonidos, maullidos y ademanes que empleabas para comunicarte con nosotros? Ahora, cuando la magia de la Ciencia me permitía volver a escuchar tus maullidos y tu ronroneo, ahora la Vida me aparta de ti. ¿Quién abrirá hoy la puerta del salón con esa magistral dulzura y pericia con la que tú lo hacías? ¿Quién me esperará en el primer peldaño de la escalera, aguardando para descender conmigo? Tu maullido matinal y madrugador me daba los buenos días, como el mejor despertador posible, y sin ese ritual no tomabas tu primera ración de pienso. Ese ritual le daba la bienvenida a un nuevo día. Idéntica refinada sutileza que empleabas para recibirnos cuando regresábamos a casa tras de algún periplo por esos mundos.  Durante los dos o tres días siguientes nos mostrabas tu tristeza y tu enfado, pero al poco volvías a ser la misma de siempre. Con ese carácter tan peculiar, tan tuyo, que te acompañó hasta el último momento. Siempre tú, caprichosa, orgullosa, libre e irredenta, siempre tú, digna y admirable, siempre tú, hasta el último aliento. Hasta el último aliento nos mostraste que querías seguir viviendo, en ningún momento buscaste ese rincón apartado que buscan los que ya perdieron toda esperanza por seguir viviendo. Y nosotros, con nuestro natural luchador e irredento hicimos todo lo posible para ayudarte a superar esta prueba tan dura que te puso la Vida. Buscamos vitaminas y alimentos dispuestos a enfrentarse a tan temible rival. Y así hallados, te los suministramos con jeringas y mimos. Por unas horas nos hicimos vanas ilusiones. Rogué a los pocos en los que aún creo, mis abuelos maternos, para que velaran por ti. Pero hay cosas contra las que nada podemos hacer, y esta ha sido una de ellas. Pero nos queda el consuelo y la paz de saber que en ningún momento te rendiste, querías seguir viviendo y hasta el último día reposaste abrazada por un tibio sol en el cobijo del césped que tantas veces te amparó. En uno de tantos momentos como te hemos observados esta última semana, una de las más tristes de nuestro hogar, mi mujer, Pili, me preguntó y se preguntaba si tú sabrías cuánto te queríamos. No lo sé, quién soy yo para responder por ti. No pocos se sorprenden, otros se burlan ante estas cosas que tenemos los que convivimos con animales. No son considerados seres racionales, y yo digo que quienes tenemos el privilegio de compartir la Vida con ellos, sabemos bien cuán equivocados están los que así piensan. En no pocas ocasiones podemos recibir de estos seres con los que compartimos tierra y aire un amor, diáfano, sincero, limpio, que a veces, tantas, es tan y tan difícil encontrar en los de nuestra misma especie. No lo sé, no sé si tú sabías cuánto te queríamos y te querremos, pero lo que sí sé es que en ningún momento de estos últimos días quisiste apartarte de nuestro lado.
En el crepúsculo del sábado 13 de octubre de 2012 se apagó tu corazón y con él también se ha apagado un poco del mío. Riadas de abrazos y lágrimas habitan en mi casa con tu ausencia, y mi corazón y mi pensamiento se encuentran como alelados buscando sin poder encontrarte.
Donde hube de llevarte para tu último viaje me dijeron que con tus cenizas y las de otros animales la Junta de Andalucía compone abono para los campos de mi tierra verde y blanca. Allá donde sea esparcida tu esencia quiera la Vida regalarnos las más hermosas flores para la próxima primavera.


No hay comentarios: