¡Hasta siempre Azúcar!
Como una dama altiva, paseabas tu
silueta con refinada distinción por cada uno de los rincones de nuestra casa,
tú casa, pues tú eras la Señora de esta casa que hoy, seguramente, te extrañará
tanto como nosotros lo hacemos.
Mi hijo te puso de nombre Azúcar
y bien que nos has endulzado tantos días con sus noches durante estos cortos
siete años. La Vida se ha empeñado en arrancarte el aliento demasiado pronto.
Azúcar, con tu lindo pelo de ceniza y plata. Azúcar, con tus ojos de cielo,
claro y abierto a nuestra mirada, atenta y comunicativa como ningún animal en
nuestras vidas. Azúcar, señora de mi hogar, hoy un vacío profundo, doloroso y
callado fluctúa por pasillos, habitaciones, escaleras y en el jardín que tan
gratas horas te deparó. Un vacío profundo, doloroso y callado habita en mi
corazón. Mi corazón que tanto y tanto te quiso y te querrá. Pero algo de ti,
señora, quedará por siempre en este que fue y será siempre tu hogar. Este hogar
que hoy no se siente el mismo sin ti. Este hogar y sus habitantes, a los que
tan gozosos momentos brindaste con tus ingeniosas travesuras, con tus locas
carreras, jugando al escondite con nuestros perros a los que tenías sometidos
con tu diminuto cuerpo de elegante damisela. ¿Dónde quedará hoy ese peculiar
juego de sonidos, maullidos y ademanes que empleabas para comunicarte con
nosotros? Ahora, cuando la magia de la Ciencia me permitía volver a escuchar
tus maullidos y tu ronroneo, ahora la Vida me aparta de ti. ¿Quién abrirá hoy
la puerta del salón con esa magistral dulzura y pericia con la que tú lo
hacías? ¿Quién me esperará en el primer peldaño de la escalera, aguardando para
descender conmigo? Tu maullido matinal y madrugador me daba los buenos días,
como el mejor despertador posible, y sin ese ritual no tomabas tu primera
ración de pienso. Ese ritual le daba la bienvenida a un nuevo día. Idéntica
refinada sutileza que empleabas para recibirnos cuando regresábamos a casa tras
de algún periplo por esos mundos.
Durante los dos o tres días siguientes nos mostrabas tu tristeza y tu
enfado, pero al poco volvías a ser la misma de siempre. Con ese carácter tan
peculiar, tan tuyo, que te acompañó hasta el último momento. Siempre tú, caprichosa,
orgullosa, libre e irredenta, siempre tú, digna y admirable, siempre tú, hasta
el último aliento. Hasta el último aliento nos mostraste que querías seguir
viviendo, en ningún momento buscaste ese rincón apartado que buscan los que ya
perdieron toda esperanza por seguir viviendo. Y nosotros, con nuestro natural
luchador e irredento hicimos todo lo posible para ayudarte a superar esta
prueba tan dura que te puso la Vida. Buscamos vitaminas y alimentos dispuestos
a enfrentarse a tan temible rival. Y así hallados, te los suministramos con
jeringas y mimos. Por unas horas nos hicimos vanas ilusiones. Rogué a los pocos
en los que aún creo, mis abuelos maternos, para que velaran por ti. Pero hay
cosas contra las que nada podemos hacer, y esta ha sido una de ellas. Pero nos
queda el consuelo y la paz de saber que en ningún momento te rendiste, querías
seguir viviendo y hasta el último día reposaste abrazada por un tibio sol en el
cobijo del césped que tantas veces te amparó. En uno de tantos momentos como te
hemos observados esta última semana, una de las más tristes de nuestro hogar,
mi mujer, Pili, me preguntó y se preguntaba si tú sabrías cuánto te queríamos.
No lo sé, quién soy yo para responder por ti. No pocos se sorprenden, otros se
burlan ante estas cosas que tenemos los que convivimos con animales. No son
considerados seres racionales, y yo digo que quienes tenemos el privilegio de
compartir la Vida con ellos, sabemos bien cuán equivocados están los que así
piensan. En no pocas ocasiones podemos recibir de estos seres con los que
compartimos tierra y aire un amor, diáfano, sincero, limpio, que a veces,
tantas, es tan y tan difícil encontrar en los de nuestra misma especie. No lo
sé, no sé si tú sabías cuánto te queríamos y te querremos, pero lo que sí sé es
que en ningún momento de estos últimos días quisiste apartarte de nuestro lado.
En el crepúsculo del sábado 13 de
octubre de 2012 se apagó tu corazón y con él también se ha apagado un poco del
mío. Riadas de abrazos y lágrimas habitan en mi casa con tu ausencia, y mi
corazón y mi pensamiento se encuentran como alelados buscando sin poder
encontrarte.
Donde hube de llevarte para tu
último viaje me dijeron que con tus cenizas y las de otros animales la Junta de
Andalucía compone abono para los campos de mi tierra verde y blanca. Allá donde
sea esparcida tu esencia quiera la Vida regalarnos las más hermosas flores para
la próxima primavera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario