lunes, 24 de septiembre de 2012

Roma, siempre Roma


Ti ricordo ora, quando l’autunno sta per bussare alla mia porta. Ti ricordo ora, quando il sole dipinge il pomeriggio con i colori della terra. Ti ricordo ora, cuando está a punto de estrenarse el último film de Woody Allen: A Roma con Amor. Y qué título puede haber más oportuno para expresar lo que siento en estos momentos: A Roma con Amor. A Roma la ricordo con amore. No hay nostalgia. Roma siempre estará ahí esperándonos, y el deseo de reencontrarnos con ella también. En mi retina permanecen muy vivos i colori da Roma. Los colores de sus atardeceres empapando plazas y fachadas con matices ocres y tierra. Il crepùscolo romano, la ora piú bella de la Città Eterna. Cuando la magia desciende hasta acariciar el asfalto. Sobre esa tierra romana donde viven y conviven más de tres mil años de historia, historia agitada, muy intensa, en el sendero y epopeya de la Humanidad toda. Historia viva, Antigua, Medieval, Renacimiento, Barroco, Moderna y Contemporánea, discendono sopra noi. Desciendan sobre nosotros para mostrarnos, en una sola panorámica, con un solo giro de nuestras cabezas, todos estos períodos de la genialidad y de la ruindad humana. Ninguna ciudad sobre la tierra puede ofrecernos semejante panorámica. Solo la Mamma Roma. Umbilicus Orbe. Umbilicus Urbis. Via dei Fori Imperiali, desde allá lo podrás contemplar de la mano de Octavio Augusto que mayestático te invitará.
Roma no es perfecta. La perfección es la muerte. Roma puede ser y es caótica, según cómo la mires, según cómo la percibas. Pero en cualquier caso no te dejará indiferente. Olvídate del color de los semáforos y la disponibilidad de cruzarlos, huelga decir sobre un paso de peatones. En Roma tanto unos como otros se respetan a discreción.
Roma puede ser sucia hasta molestar, pero parémonos a pensar cuántas docenas de miles de personas transitan a diario por sus calles. Aún así hay callejones, rincones, portadas… olvidadas por vecinos y regidores, aunque, por otra parte, ciertos desconchones le aportan un encanto nada despreciable. Pienso que el fascinante barrio del Trastevere es un buen ejemplo de esto último que venimos hablando. Paseando por sus vicoli, sus callejones, hallarás lo uno y lo otro. La más opresiva dejadez coqueteando con la más arrebatadora sensualidad arquitectónica. Sus rincones, rezumando aromas de orín añejo, angustiados por escalar hacia los sugerentes balcones abrazados por hiedras y parras. Los comercios globalizados de souvenirs y recuerdos disputándose protagonismo y clientes con las trattorias y pizzerias más genuinas de Roma. Y de entre todas ellas la Trattoria Carlo Menta quedará aquí reflejada por hurtar con afecto y exquisita calidad gastronómica un pedacito de nuestros corazones. Y ya que estamos metidos en faena cómo olvidar la gelateria que endulza la Piazza delle Cinque Scuole del Ghetto romano. Il Ghetto, un lugar opresivo y decadente, hoy poco a poco recuperado y ocupado por hosteleros de cocina kosher, magníficos pasteleros y panaderos, donde sientes aún latente esa ignominiosa presencia de la herrumbre humana. Il Ghetto, ese lugar sombrío, de altísimos inmuebles y estrechas callejuelas que te escupe a la cara para recordarte, revelarte hasta dónde puede llegar la vileza de la especie humana. Il Ghetto anche è Roma, ideado por obra y gracia de los Sumos Pontífices de la Iglesia Católica, corruptos y sádicos, los mismos que también hicieron grande a Roma en otros muchos aspectos. Genialidad y ruindad una vez más de la mano.
Y desde el Ghetto, tras maravillarnos con el Portico de Ottavia y los restos orgullosos del Teatro Marcello, hasta llegar a las imponentes escaleras que culminan en otros de esos lugares mágicos de Roma; la Iglesia Santa María in Ara Coeli, una de las más antiguas de Roma, encumbrada en el Monte Capitolino, junto a la renacentista y sublime Piazza Campidoglio. Iglesia aún preferida por el Senado y el Pueblo Romano, Senatus Populusque Romanus. Iglesias, basílicas, oratorios…, para empezar y no terminar. En Roma hay tantas como belleza tenemos por admirar al entrar en cualquiera de ellas. Aunque no profeses la religión que ante sus magníficos altares se reza, al visitarlas no podrás más que quedarte extasiado ante tan insolente, ostentoso y excelso despliegue de arte y beldad suprema. Roma y sus iglesias merecen tantos y tantos capítulos aparte que sólo conociéndolas alcanzaremos la medida aproximada de lo que estamos viendo y hablando, pues son innúmeros los secretos, pasajes y anécdotas que ellas, por sí solas, encierran. Necesitaríamos horas para observar y gozar de todos esos detalles que a simple vista escapan de nuestros ojos exhaustos ante tal derroche de monumentalidad. Porque fue y es un derroche, cómo desdeñar ese aspecto, pero están ahí, ya no lo podemos remediar, y sería un absurdo quedarnos en ese detalle. Están ahí, para los amantes del arte, para los amantes de la belleza, para quienes gustan de buscar y admirar lo bello que nos ofrece la Vida, olvídate de todo lo demás. Ostentación, soberbia, belleza. Y el barroco se hizo verbo.
Y cuando tengas sed peregrino, cuando sientas tus fuerzas flaquear por el intenso calor, bebe, aliméntate con l’acqua di Roma. El agua de Roma, me gusta más en italiano, l’acqua di Roma es una bendición y una evidencia más de que en esta ciudad, madre de todas las ciudades, la historia está viva. De no ser por los antiguos romanos, que construyeron acueductos no sé cuántos, y en Roma tantos más, Roma no dispondría de este líquido patrimonio que corre a raudales, cristalina, fresca y sin pausa por cada uno de sus callejones, patios y plazas. Y como todo en Roma se ha de aderezar de lindura y arte, l’acqua, esta agua bendita, no podía ser menos. Y siendo así, la hallarás brotando por docenas y centenas de fuentes a cual más hermosa. Algunas tan célebres que huelga decir su nombre. Lanza una monedita, sin mirarla cara a cara, y tal vez regreses para volverla a contemplar, eso dice la urbana leyenda, y en Roma también hay docenas y centenas de estas. Tal vez alimentados por ella, por esta bendita herencia de la antica Roma, los más grandes genios del arte se inspirarían para erigir fuentes como las que adornan innumerables rincones de Roma. Estampas de Roma brotando de sus fuentes. Bernini, Borromini, Miguel Ángel…, aliviarían su sed y calor como hoy lo hacemos nosotros, pero ellos tuvieron la destreza suficiente para agradecer esa bendición imaginando y erigiendo estos encantadores monumentos, algunos tan delicados y recatados que has de andar muy atento para no perderlos de vista, no pocas veces estos últimos suelen ser los más bellos, precisamente por eso, por su delicadeza y su encantadora modestia. No sabría con cuál o cuáles quedarme, con casi todas las que nos topamos repusimos botellas y fuerzas.
Y siguiendo el curso del agua, en este caso de las aguas bravas que alimentan al Tíber, el legendario río de Roma, llegamos, en un vetusto y abrasador tren de cercanías, hasta el yacimiento arqueológico de Ostia Antica, el cual, aunque no suele copar tantas páginas y sugerencias de guías y webs de Internet como Pompeya y Herculano, considero merecedor de una visita más que sugerente y recomendable. El estado de conservación de los restos que aún podemos transitar, admirar, fotografiar…, es tan notable como lo es el del abandono por parte de las autoridades e intendencia responsable del yacimiento. Adyacente al mismo se encuentra una carretera, separada del recinto por una ridícula barandilla que hasta el niño más osado podría fácilmente superar. Resulta increíble que sobre la delicada epidermis de unas ruinas de incalculable valor material e histórico no se hayan cometido más actos vandálicos. Corteza de suculenta historia en la que germinan necrópolis, teatros, ínsulas, palacios, letrinas públicas acaparadoras de chistes y risas, templos, tabernas que sólo necesitan de la presencia del tabernero y sus clientes para regresar de tiempos pretéritos. Columnas, pinos y gatos, decorados, paisajes y actores de un escenario que invita a soñar. 
Y sin dejar de soñar, me emocioné hasta la turbación paseando por las Termas de Caracalla. Visitar las Termas de Caracalla con el espíritu y la mente presta y dispuesta para dejarse llevar a otras épocas, lugares, paisajes y paisanajes es una de las experiencias más agridulces que he experimentado y que podrás experimentar. Acude a ellas cuando no te sientas aún empachado ante la monumentalidad de vestigios que sólo pudieran parecerte descomunales piedras y ruinas, las cuales no sabrías muy bien dónde situar. Acude a ellas para realizar un sano ejercicio de imaginación. Ellas fueron erigidas para la práctica del saludable ejercicio y contacto con el agua, en todas las facetas posibles que el ser humano fuera capaz de crear para gozar de la Vida, para recrearse, para relajarse y como tal debieras de acceder a ellas, con tu mente fresca, entregada al placer que puede proporcionarte la imaginación y el deleite de la Vida. Escucha el chapoteo procedente del tepidarium. Un grupo de muchachas ríen y danzan mientras desde el otro lado de la gran sala una instructora las invita al orden. Admira el fascinante conjunto escultórico del Toro Farnesio mientras un siervo te acicala la espalda con aceites aromáticos. Sumérgete en la natatio, tu cuerpo, libre de atavíos, será marioneta para ninfas y delfines. Mas no te asustes, disfruta, goza, diviértete, la Vida es bella y tú estas en Roma para comprobarlo, en la Gran Roma, Madre de todas las ciudades. 
Siendo así, aunque de visita absolutamente recomendable, dejo descansar mis piernas y mis posaderas en los graderíos del Coliseo y la sensación que experimento es dispar a la recibida en las Termas de Caracalla. Estas fueron construidas para la delectación de los sentidos, y sin ánimo de extenderme en apreciaciones morales, me cuesta entender cómo pudo la misma civilización erigir este colosal y bellísimo recinto para la Muerte, con mayúsculas y sin tapujos, para la visión deleitosa del Horror y la Muerte. No encuentro explicación plausible ni quiero saber, ¡no me lo digas!, cuántos horrores presenciaron estos graderíos y vomitorios. Genialidad y ruindad una vez más dándose la mano.
Y por todas ellas; termas, hipogeos y anfiteatros, los gatos, siempre los gatos, presentes y expectantes. Espectadores y amos de ruinas, monumentos y templos. Siempre los gatos. I gatti di Roma, atigrados, unicolores, hembras y machos, los gatos. Antiguos romanos en ellos encarnados, los gatos, siempre los gatos.
Y Roma, siempre Roma, Città Eterna, para pasearte, descubrirte. Una fontana te regala l’acqua incesantemente mientras una Vespa veloce te roza las nalgas. Roma, siempre Roma. Una descomunal bañera, donde tantos y tantas calmaron calor y tensión en las Termas de Caracalla, hoy preside una piazza donde moran y sueñan ecos del Renacimiento y el Barroco. Palazzi di Roma, maestros del arte para el mundo entero. Roma, siempre Roma, balcones con hiedras tendidas al atardecer. Sofía Loren conversa animadamente con un pretendiente al sacerdocio, su mirada es ingenua, rebosa fascinación y amor ante la presencia seductora de la exuberante dama. A sus pies se agita la Piazza Navona, ríos esculpidos, embajadas y basílicas, Bernini, Roma, siempre Roma. Un pórtico ajado sirve de cobijo a un mendigo de aspecto francamente bohemio. ¿Peregrinos del arte o idealistas de tiempos pretéritos? La crisis azota sueños y anhelos. Roma, siempre Roma. Lucen silueta y aditamento una pareja de carabinieri mientras un grupo de féminas los observa de soslayo desde la loggia de la Galería Alberto Sordi. Roma, siempre Roma. Un pastello di ricotta, un gelato e due capuccini, Caffetteria Giolitti, sabrosa estampa de tiempos mejores. Roma, siempre Roma. Ponte Garibaldi, a lo lejos la cúpula del Vaticano abrazada por las gráciles nubes del crepúsculo. Con ellas llegan las horas más deseadas de la jornada. Roma, siempre Roma. Un Mítreo reposa a los pies de una iglesia del siglo IV, sobre ellas se alza la Basílica de San Clemente. Roma, siempre Roma. Una ablución en una bellísima fontana, como ofrenda al obsequio que para nosotros representa poder visitar en estos tiempos tan infaustos la Villa Borghese. Roma, siempre Roma. Un teatro recuperado para la ciudadanía toda, sin subvenciones, libre de presiones políticas, por y para el pueblo, Teatro Valle no extingas la llama en esta lucha reivindicativa y pacífica que nos encamine hacia Otro Mundo Posible. Roma, siempre Roma, unos carteles nos hablan del consenso de la ciudadanía para desautorizar la propuesta de privatizar l’acqua di Roma. Roma, siempre Roma. No me agobies con tus prisas, déjalas en tu ambiente, en tu estado de cosas un tanto estresado, los empleados de Roma alumbran y amparan un ritmo algo más pausado, y yo les aplaudo. Roma, siempre Roma. Pizzas y platos de pasta, absolutamente deliciosos, en el mejor marco posible, a precios hace tiempo ya olvidados. Roma, siempre Roma. Giacomo Giacchino Belli, monumento amado y acicalado al poeta del pueblo, al ruiseñor del Trastevere. Roma, siempre Roma. Un pelotón de presbíteros, jóvenes y bien parecidos, desciende las escaleras del Ara Coeli, una hermosa señora no cesa de hacerles fotos mientras solicita que bajemos raudamente para descubrir hacia dónde conducen cuerpos y maletas. Roma, siempre Roma, una pareja de lindos sombreros en tus entrañas reside, quién sabe, algún día los encontraremos. Densa espuma, trabajo meticuloso y cacao espolvoreado, capuccino romano, placeres mundanos. Otto dalla mattina, Santa María in Trastevere abre las puertas para mí, absorto me dejas, permite que me siente, mi cámara quedó atrás, Santa María Madre Dio prega per me!. Largo Argentina alla Stazione Trastevere, un tranvía para descansar, escuchar, conversar. Sapori da Roma, una vecchia signora nos anima la tarde con su plática llena de brío y juventud, mientras, su sobrino, nos entrega los más sabrosos panes. Junto a las aguas audaces del Tíber aderezamos la noche con una partida de futbolín. Ni pa ti ni pa mí, esta camiseta es pa mi niño porque para él la elegí. Transitando por tus calles  más pequeño me siento ante este enorme pie que en una esquina me encuentro, en mármol te labraron, ahora dime, adónde vas tan inmenso, ¿quién te calzará a ti? No te escribo con nostalgia, siempre estarás ahí, para pasearte, para descubrirte, para amarte. Ti amo Roma!

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