jueves, 12 de julio de 2012

Enemigos públicos


En la época dorada del ladrillo y la especulación sin escrúpulos se les congelaba el sueldo. Eran los años en los que un dirigente mentiroso, que nos metió en una guerra mezquina, cacareaba aquello de “España va bien”. Años aquellos en los que chavales a miles, y no tan jóvenes, abandonaban estudios e institutos y se entregaban, ciegos, al dinero fácil de la construcción y los servicios, pavoneándose por las calles con sus coches tuneados, sus peinados a la última y sus piercings y móviles cual bandera de una falacia viciada. Años esos en los que otros tantos miles y miles de ciudadanos/as se dejaron arrastrar por la red codiciosa e irresponsable de la banca y el gobierno que animaba a comprar y comprar, adquiriendo casas, coches e hipotecas inverosímiles. En vallas publicitarias, cabinas telefónicas, en folletos publicitarios y hasta en la sopa se leía aquello de “compra más para vivir mejor”. Y mientras todo esto sucedía a los funcionarios se les congelaba el sueldo.
Pero la edad de oro del ladrillo reventó, como explotan todas las mentiras surgidas de la más cicatera manipulación. Y cambió el color del gobierno, que no de la mentira, regresaron los soldados enviados a esa guerra mezquina y nos dijeron, decenas y docenas de veces que no había crisis, que sólo estábamos entrando en una ligera recesión. Mas esta nueva mentira, fruto de una torpe maniobra gubernamental, también reventó. Entonces, para paliar el engaño, a los que se les había venido congelando el sueldo se les comunicaba que a partir de entonces vendrían a cobrar un 5% menos.
Y de nuevo cambió el color del gobierno, no así el de la mentira, cada vez más ruin, ni el de la corrupción, que no entiende de colores ni ideologías. Sí creció y creció y creció, y no deja de crecer, el ansia viva de codicia entre los más ricos y privilegiados, llámense políticos, banqueros y otros muchos rufianes, de una sociedad que comienza a oler a podrido.
Y esa codicia viva e insaciable, que tampoco entiende de escrúpulos, para tener más y más y por siempre jamás salir a flote de todo lo habido y por haber, no tuvo mejor idea que recortar y recortar. Mutilar derechos sociales y laborales. Amputar los pilares básicos de toda sociedad digna de serlo: sanidad, educación, cultura, investigación.  Y en esa ansia viva por cercenar, no encontraron lugar mejor hacia el que dirigir sus voraces miradas que la actividad y jornal del empleado de la Administración Pública. Y arrastraron con ellos, regodeados de goce, a numerosos ciudadanos/as que no poseen virtud mayor que la de la ignorancia y la envidia cainita. De la noche a la mañana los empleados públicos, habitualmente denostados, pasaron a ocupar el meritorio lugar de enemigos públicos de la sociedad. Responsables de todos los males, desmanes y despilfarros cometidos en el ibérico escenario. Y siendo así continuaron sufriendo recortes y más recortes en sueldos y complementos. Hoy la gran mayoría de ellos disfrutan de sueldos paupérrimos. Mas no contentos con esto entendieron tan lucidas mentes que era necesario y de vital importancia para la salud de la economía nacional y europea que el empleado público viese incrementada su carga de trabajo. Adviértase que aún les parece poco el ejercicio de lapidación y desprestigio que contra el empleado público practican, siendo así que tienen a bien, como última dádiva, privarles de la paga extraordinaria de Navidad. Dicen, los que gozan mintiendo, que de momento tan sólo lo están estudiando. Veremos, antes que cante el gallo de Morón, los enemigos públicos y los que disfrutan lanzándoles piedras, que ese último presente pre-navideño dejará de ser globo sonda para pasar a ser realidad allá por Navidad.
Y mientras todo esto sucede el MacDonald’s lleno a reventar de chavalitos con móviles última generación, popeyes con vehículos deportivos y familias con niños. Debe ser que será que las hamburguesas plastificadas contienen aditivos con alto poder de somnolencia y aborregamiento.      


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