jueves, 22 de marzo de 2012

Yo habito un lugar...

Yo habito un lugar…
Yo habito un lugar coloreado de verde. Hay salpicaduras de verde sobre la tierra, en los jardines, arriates y patios y en el cielo… azul, azul y más azul, porque este año no llueve.
Hay verde por donde quiera que mire. Tal parece que de tanto mirarlo y reconfortarme lo absorbieron mis ojos, pero ésto ya viene de antes.
Yo habito un lugar donde un cortejo de pajarillos me da los buenos días, las buenas tardes, incluso a veces las buenas noches. Son así de educados. Fluyen y confluyen, entre ellos y yo, escenas de franca fraternidad. Yo les doy pan y cobijo y ellos me deleitan con sus bellos arpegios y trinos.
Cuando saco a mis perros percibo entre las gentes, mis vecinos, sosiego y paz. Se palpa una grata armonía entre paisaje y paisanaje. Creo que no sólo la música amansa a las fieras.
Yo habito un lugar hermoseado por un amplio abanico de especies arbóreas. Entre ellas el pino es dueño y señor, pero hay muchas otras que lo acompañan con esbeltez y primor.
Yo habito un lugar de anchos horizontes, por donde el aire corre libre y limpio.
Arañan mis pupilas los lamentos del levante, que aquí se desahoga abiertamente y me dice lo que siente.
Sin duda los duendes existen. Moran en el paraje de El Almendral y marchan en cortejo a saludar a los geniecillos de Las Canteras. Cuando llega la niebla los puedes ver, nítidamente, zambulléndose en las nubecillas silentes que velan el ambiente.
Yo habito un lugar algo abandonado. Si no lo fuera tanto tal vez sería perfecto, pero ya no sería tan bello. El orden y la perfección es la muerte, y yo prefiero vivir.
Yo habito un lugar que la primavera riega con aromas de flores y manojos de colores.
La luna me mira y mira, y yo le digo que pase, pase y ella pasa, y se siente a gusto y descansa y se casa con cada rincón de mi casa.
Yo habito un lugar por el que voy transitando, trotando, olfateando, palpando, voy descubriendo sinuosidades y senderos. Rincones sacados de cuentos de hadas. Caminos cuajados de verde para biciclear, pasear, correr…
Por donde asoma Gades se mecen las barquillas, sobre un río que aunque parezca manso rugen en sus entrañas agitadas corrientes.
Por donde asoma Jerez, a mi izquierda oteo la Sierra de San Cristóbal, Valdelagrana y El Puerto, y a mi derecha toda se enseñorean, en los días claros, los promontorios que anuncian la Sierra de Grazalema.
Allá, en la otra orilla, duerme el pueblo, tras cruzar un simulacro férrico de montaña rusa. Allá estudia mi hijo. Allá está el mercado que nos surte del más sabroso pescado. Allá reposa la mar, convertida en bahía, cercada por un inmenso y desolado paseo de inspiración soviética. Malherido y aletargado, con callejas, plazas y Casa Consistorial a las que no les falta su encanto.
Yo habito este lugar, no sé si mejor o peor que otros, pero a mí me gusta y ya está. Pero que sepas, hogar que me acoges, que hay más mundo y más árboles más allá de Las Canteras, y yo necesito conocerlo y contarlo.



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