jueves, 15 de marzo de 2012

Vejer y Chaouen. Chaouen y Vejer

 
Custodiado por la luna centinela de semblante complaciente, con su cara de plata limpia y plena, reposa un pueblo blanco como la nieve.
Ojeando, zigzagueando, fotografiando, callejeando, descendiendo, acabamos desembocando en una plaza que tiene por premio una fuente linda donde solfean unas ranitas cantarinas. Hay un simulacro de casa, convertida en hotel-restaurant, que ni es califal, ni es abacial, pero tiene un hechizo que te invita a soñar. Hay un rosario de aromas, colores y sabores que me transfieren a tierras hermanas gemelas de éstas.
Hay un susurro de aguas que apenas las escucho pero que igual me comienza a fascinar. Y sobre las aguas soterradas navega danzando el duende de este pueblo de belleza singular. Hay un castillo, una alcazaba. Un campanario, un minarete. Un hiyab, una cobijá. Un blanco que es azul.
Afeando las farolas hay una pantomima de carteles donde unos energúmenos piden que les votemos. ¿Les botamos?
Hay un campo lastimado por la indecencia del hombre y una playa que sin piedad pretenden destrozar.
Hay querencia de primavera por doquiera que huela y mire. El jazmín que florece. El azahar que despunta. El melocotonero que ya luce su vestido de flores. Y hay una tierra, un viento que es de levante y dos ciudades para dejarse llevar. Chaouen y Vejer. Vejer y Chaouen. 

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