lunes, 26 de septiembre de 2011

Otoño

Se van asomando las nubes al brocal de mi terraza. Son curiosas, un tanto cotillas, parecen venir a ver lo que en mi barrio pasa. Aquí no pasa nada, nube curiosa, más allá del ladrido de un perro, de una Maruja chismosa, una conversación pasmosa, un transitar cansino y peligroso por una pasarela odiosa, pero ven, no te vayas, quédate entre nosotros y vierte, nube fisgona, un poco de lluvia milagrosa que haga resurgir la hierba verde, fresca, en estas mentes indolentes, apáticas, pasmosas.

Tornan y se marchan muy despacio, poco a poco, como quien no quiere la cosa. Se columbran secas, sin agua en las alforjas, si bien son ya una sutil amenaza, ojalá, y no te equivoques, del agua que llega, de la lluvia que suena, del riachuelo que se enseñorea al transformarse en arroyo, al convertirse en río y luego en cascada que acabará en lago al pie de la montaña.

El cambio de estación ya asoma al otro lado de la casa. El viento fresco que sopla y a las ramas se abraza. Abrázate a mi cuerpo muchacha hermosa. Rodéame con tus brazos caliginosos doncella curiosa, no te vayas, no me dejes, que mi alma está sedienta de tu amor, señorita mimosa, que mi piel está reseca ¿no la ves? tras la canícula pegajosa. Ven aquí, que te diré una cosa, si te quedas, si no te marchas, yo haré para ti la obra más hermosa, dibujaré un prado verde, lleno de florecillas y de colinas umbrosas, verás, y allí nos tenderemos a contemplar esta tierra maravillosa.

Yo quisiera decirte otoño que entre nosotros está tu hogar, tu morada, mas aquí son bien recibidas todas las estaciones que por el año pasan. Velada está, la ventana de mi mañana, por blancos visillos. Bóveda coloreada con trazos celestes y pinceladas blancas. En el parque se besa una pareja de enamorados y en mi casa recibimos al otoño contentos y esperanzados.

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