miércoles, 28 de septiembre de 2011

Bálsamo de primavera

Un racimo de uvas, jugosas, frescas, cárdenas, sarmiento suculento al enrejado enredado.

La reja se despierta al alba, poco después de las ocho, minuto arriba, minuto abajo. No importa si el portero está cantarín o cabizbajo. Los primeros en llegar siempre los extranjeros, ávidos por inhalar el aroma del jazmín y la fragancia del limonero. El rosal se muestra aún un tanto suspicaz, montaraz, a esa hora gusta de lavar su cuerpo y su rostro con el rocío de la madrugada.

Creen sentirse en el paraíso estos personajes curiosos, cámara en mano y sin desayuno en el tragadero. No quieren dejar escapar ni el más nimio detalle. Desean pertrechar en sus mochilas el frescor de la mañana, la gota de rocío colgando todavía de esa hoja aún no mecida por el viento tempranero.

Bosquejar en la mente cada rincón, cada pasadizo secreto de tan delicioso bosquecillo urbano. Reclinarse en aquel poyo, bajo las ramas de la fragante magnolia, o a la sombra del tímido flamboyano. 

Besarse, amarse, atrapar cada minuto, cada instante, antes de que el sueño acabe.

Hispalis, romana, morisca, barroca, cortesana, bálsamo de primavera. Me tienes enamorao, Sevilla, ¡y de qué manera!

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