miércoles, 7 de septiembre de 2011

Breve estancia soriana

Poeta amigo, impelido por la fuerza mística de tus huellas me animé a conocer Soria, donde conociste el amor, donde te abrazó la desolación. Mis primeros pasos fueron entre chaparrón, pero me dieron a conocer una ciudad de animada población, donde la gente colma terrazas, bares y toma chocolate con churros henchidos de diversión. Dicen que son aburridas las ciudades del interior, quien así lo piense le invito a conocer Soria, con ella no puede ni el chubasco ni el calor. Tus soportales de abigarrado armazón me condujeron, a cobijo del aguacero, hacia el Casino, tu Casino, donde departieran e intercambiaran sueños y bostezos jóvenes poetas y viejos socios.

Hotel abrazado por los pinos, durante una noche, de camino a Burgos, nos cobijó.

Una estrecha vereda, que discurre paralela a una difunta vía de tren, nos va guiando, con paso sereno, acariciados por la sutil fragancia de las coníferas y los álamos, hacia el pueblo de San Leonardo, cuyo apellido detesto nombrarlo. Lozanas y coloridas mariposas nos sonríen, parece que quisieran acompañarnos. De regreso ya castiga la calor, desnudo quedó el cielo y el lamento de mi tierno ruiseñor.

No hay comentarios: