jueves, 28 de julio de 2011

Tributo a Gadir

Promontorio de Kronos, el coloso nos mira, impávido, a cada uno de nosotros. Quedamos mudos ante su heraclea mirada. Su brazo portentoso señala, alzado, el lugar de partida hacia el más allá ignoto. Mas por nuestro mascarón guiados hacia el puerto fenicio nos encaminamos. Por los santos patronos somos bienvenidos a una tierra querida y bien conocida por cada uno de nosotros. Gadir de tirios y tartesios. Gadir de murallas ciclópeas y bailarinas seductoras. Con una de ellas, hermosas thymelidas, quisiera mi vida compartir. No es mal lugar este para residir.

Una marejada de nubes abraza al Templo de Isis, hacia allá me encamino para pleitesía rendir. Las Kotinoussas me indican el camino que he de seguir. A mi derecha la mar serena de la que me acabo de despedir. Al contemplarla desde el acantilado asemeja una sábana de tonos azules en la que bien pudiera echarme a dormir, tan diferente me parece de ese mar tenebroso por el que hubimos de discurrir para llegar a Gadir. A pocos pasos y ya estaré en la Casa de Isis, ya observo, reconfortado, su inmaculado frontis. Subiré la escalinata y ante ella me encontraré, Diosa Madre de la Tierra de Apis. Un niño alocado por mi camino se atraviesa. Por mirarlo tropiezo con el primer escalón y a punto estoy de partirme la cabeza.

¡Por Baal! ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy? Temo haber perdido la cabeza. ¿Qué calzado es este que mi pie atenaza? ¿Qué artilugio porta mi mano derecha? No conozco este material, blando y duro a la vez, de singular rareza. Sí me resulta familiar el molusco que en su interior reposa. ¡Bígaros del demonio! ¡Tantos hay! ¿Por qué? ¡Cuánto pesa!

¡Por todos los dioses! ¡Astarté, Anat, Hadad! Respondedme, ¿dónde me hallo? ¿Porqué llevan estas gentes tan extraña vestimenta? Estoy rodeado de rompientes como las de mi tierra materna. A lo lejos veo unos edificios de fealdad gigantesca. Mi testa arde, creo volverme loco, igual revienta.

-          No desesperes, tu cabeza apacienta.

-          Melkart todopoderoso, no puedo, estoy a la gresca.

-          Calma, no dejaste Gadir, pero estás en La Caleta. Mariscando entre sus piedras despertó tu imaginación primera. Guiándote por la senda marinera, embriagado por los efluvios de sus arrecifes, tal vez una solitaria mañana soñaste una historia igual que esta. Moldeaste la ilusión de un fenicio que te acompañaba por estas moradas pétreas. Cincelaste con tus ojos niños un romano de mirada serena, que te mostraba la manera de llegar hasta Venus sin que sus amorcillos se apercibieran. Y entre fenicio y romano fuiste forjando un mundo que cabía en la palma de tu mano. Un bolígrafo como única constelación, el papel como eje de rotación y tu mente, por la que giraba, sin cesar, tu imaginación.

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