lunes, 4 de julio de 2011

Floral desvarío

Linda flor de efímera existencia, adornas mi balcón con singular prudencia. No quieres, no deseas, cansar con tu presencia. No pienses, no pretendas creer que tú a mí me molestas. Llegas con el estío, pero igual que vienes te vas, galantería fugaz. No sé ni cómo te llamas, asomarme y verte a la vez es todo un desafío. Descomunal tu atavío, cáliz de alba materia sedosa y de estambres amarillos, en el que libar la fresca dulzura de tu fragancia, de floral desvarío. Cuando te muestras plena, para recibir la noche, parece que lucieras un penacho de plumas. Y del penacho brotando hebras y filamentos, algas ambarinas danzando en el océano nocturno. Un calamar áureo exhala un último suspiro, antes de llevarte a ese universo oscuro, donde residen las flores de latir furtivo. Crasa y carnosa, glauca y musculosa, avanzas por las paredes altiva y orgullosa. No eres tan querida ni afamada como una rosa, pero la brevedad de tu estancia, entre nosotros, hace que contemplarte se convierta en un momento festivo. Representas, de algún modo, la fugacidad del vivir y nuestro insignificante existir, atropello, esfuerzo, consuelo, de banal apariencia.

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