viernes, 1 de julio de 2011

El agitador de sueños

Una riña sobre otra riña, sacudiendo mis sueños. Como escenario, siempre, el barrio de La Viña, al cual tanto, y tanto, detesto. Nido y guarida de la abulia, la indolencia y tantas otras bondades, que se expanden y rebotan, hacia, y de, la ciudad. Y en el barrio sus calles, sucias y pestilentes. Y en las calles sus gentes, zafias e insolentes. De palabras soeces y comentarios maledicientes, presumiendo, además, de ser chistosas y sagaces.

Él llora, jipía, gimotea, reclamando las más ciegas adhesiones. Y mi voz se escucha, gritando, como un eco. El eco me devuelve tu presencia, tus palabras discordantes, tus bromas canallas y crueles. Y en la futilidad sonora del eco, mis recuerdos, retumbando, entre pesadillas, todo el daño que me hiciste cuando era joven, ingenuo y mal estudiante.

Guárdate tus lloriqueos cobardes en los bolsillos de tus pantalones. Y cuando vayas a sonarte los mocos, no olvides que allí habitan, y te los sacudes.

Danza loca de fugaces espermatozoides, en una noche febril, de asustados amores. El fruto ya lo ves, llegó nueve meses después. Me haces sospechar que poco más sabes. Transcurrieron los años, los amigos y los meses. Quebrados y desechos quedaron los cordones umbilicales. Experto eres en atesorar rencores. No te burles, no me humilles, nada entiendes, nada sientes, de mis penas y mis males. Ni me ayudas, ni me ayudaste, en mis momentos peores, que la vida, por otra parte, nadie sabe si nos los puede devolver cuando menos los esperes.

Quédate con tus juegos, tus recuerdos y temores. Tienes el corazón enfermo, palpitando alacranes. Ansío, imploro, que todo esto no sea contagioso. Hoy, ya ves, te ignoro, eres necio, agitador de sueños en cálidas noches estivales. Poco vales, ni que te replique mereces.

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