martes, 21 de junio de 2011

Tantos grados de sopor

“Tantos grados de sopor” 

Ya se fueron las nubes,

a partir de ahora,

de llegar algunas,

escasas y dispersas

serán, y estarán secas. 


La pradera te implora

misericordia, mientras,

tú, sol, te derramas,

ardes, en llamaradas.


Quema, piel, la almohada,

tu mente anda asfixiada,

a las fundas pegada.


Resopla el desierto,

calcinando el Estrecho,

y por la Mar Océana

consuelos de aire fresco.

La caja de Pandora

nos regaló este clima

de veranos sedientos. 


Influjos y reflujos,

la Mar Mediterránea,

heroica, capturando

eriales atlánticos,

con bucles espumosos

y ardides amorosos. 


Se cubren los trigales

de tejidos resecos.

Dorada la campiña,

reflejando bríos ebrios

del astro rey abrasador,

que castiga los lomos

de las bestias con ardor.


En el páramo busca

un toro, diligente,

un remanso de calor.

Los árboles escasean,

camina, macilento,

hacia allende, a lo lejos,

espejismos de dolor.

De su boca brotando

una lengua de esparto

y un jadeo coloreado,

saturado, de calor.


En la faena un obrero

reseca su sudor.

Un ladrillo, una pala,  

tantos grados de sopor

y el látigo implacable

del astro dictador.


El verano se inventó

para aquellos que viven

a modo de gran señor,

mas no para el transido,

cansado, trabajador.  


Que cante la cigarra,

que cante, y el grillo mengüe

su exuberante canción.

Que a esta tierra andaluza

llegó, plena de rigor, 

la impertinente calor.

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