miércoles, 22 de junio de 2011

Recuerdos de un paseo por Jaén

“Úbeda se deja querer” 

Amorcillos de yerba,

un pedazo de cielo,

por el cerro se adivina la ciudad.

Una ronda almenada,

ya colmada de aromas,

tomillo floreado, a punto de estallar.

Frotar, gozar, olfatear…

la mano perfumada.

Un paseo, un recuerdo, para contemplar,

Redonda Miradores,

el campo repeinado,

acequias que asemejan ser pantanal.

Cuesta de Santa Lucía,

Barrio alfarero, por la derecha están.

Siguiendo a mano izquierda,

Vía Baja del Salvador.

Dulce fragancia de los cinamomos,

que nos conduce por esta dirección.

Úbeda, junto a Baeza,

Villas para caminar.

Caminar sin prisas, nuestras miradas

ya no quieren descansar.

Una celosía y un blasón,

una piedra labrada,

allá un monumento al divino creador;

Vandelvira, su arquitecto y soñador,

y tras de él una torre taraceada. 

Escombros que no lo son.

Bajo mantas de piedras

duerme, espera, el pasado.

Retales del legado

que debemos proteger,

educarnos y enseñar a preservar.  

Sinagoga del Agua,

linda muestra de esas bellas durmientes.

El secreto es respeto,

sencilla regla de tres.

Sea Úbeda, Buenos Aires o Budapest.

Calle Real, del recinto monumental,

su núcleo, su eje vital.

Extendiendo su cauce,

la Plaza de Andalucía,

allá acabaremos por desembocar.

Agitado corazón

del que parten arterias,

gratas, que riegan de vida la ciudad.

Un palacio atalaya,

bajo los soportales

atrayente dulcería,

hacia ella nos vamos, para merendar.

Pastelería Palacios se hace llamar.

En la vitrina ¡por dios!

torrijas que nos aguan el paladar.

¡Deliciosas! Benditas

las manos que las quisieron preparar.

Y se amplifica el viento,

según nos acercamos,

a la plazuela del Ayuntamiento.

En su centro me planto,

observo, boquiabierto,

es hermoso lo que veo.

Por estas tierras del oriente andaluz,

el perfume de azahar

todavía nos embriaga el pensamiento.

Después del aguacero

aguada de cárdenos, 

ocres, grises, dibuja el firmamento.
Apacible atardecer…

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