lunes, 13 de junio de 2011

Riqueza y tristeza

Están sus ojos llenitos de pena y a mí, al verla, la tristeza me embarga. En su mirada, plena también de entereza, se refleja la angustia de una familia, muy unida, que ha de sufrir la bajeza de esos empresarios que sólo piensan en la producción y en la riqueza. Riqueza sólo para ellos, para otros quede la tristeza. Tristeza por un padre que ha tenido que partir, para trabajar en tierras lejanas. A tierras portuguesas, estos maleantes codiciosos, le han obligado a marchar. Fieras de cabezas hueras, sólo hay cabida en ellas para la avaricia, no hay lugar para atisbos de humanidad. Lo tomas o lo dejas, no hay mucho más que explicar. Es la dictadura del mundo laboral, que ha convertido al trabajo en un tesoro muy difícil de alcanzar. Por él, si es necesario, abandonamos ideales, familia y hogar. Dos niñas, una mujer y cientos de lágrimas por llorar. En la cama dormita su hija, aferrada a una camiseta que para ella es el aliento vital de un padre al que ahora no puede besar. Un cuento, unos personajes, sostenidos por la mano del padre, alejado, que esta noche no te podrá relatar. En el camino al colegio una manita te busca, sin poderte encontrar. Calla, pero en su pecho de niña la congoja comienza a apretar. Me sublevan, me arrebatan, esos energúmenos de cabezas vacuas, que no entienden de estas cosas y que dirán que no son más que simplezas. Quiero sentirlas muy cerca, comprender su tristeza. Imaginar el momento, ya sentadas a la mesa, y día tras día, para almorzar o cenar, no hallen, ausente, la presencia paterna. La presencia paterna, que allá a lo lejos, come con pereza, sabedor, además, que no puede dejarse vencer por la pena, que no pueden flaquear sus fuerzas. Kilómetros, por cientos, miles, habrás de circular. Anhelado tránsito de asfalto que le una, por unas horas, a su familia, y de ellas, y con ellas, pueda disfrutar. Sólo un pensamiento en su cabeza; regresar lo antes posible, para abrazarlas, para quererlas, para amarlas, ellas y sólo ellas su mayor riqueza. Esos ojos llenitos de pena residen en el rostro de una niña que es compañera de escuela de mi hijo. Quiera el destino que acabe pronto la condena, que hoy atenaza sus vidas sumiéndolas en la tristeza.

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