lunes, 13 de junio de 2011

El potro alazán

Un potro alazán trota por la marisma,

es su trotar decidido y elegante.

Adelante, lleva su melena al viento.



Sale al encuentro de su madre, que pace,

serena, plácida, junto a la manada.

Se saludan, parecieran besarse.



Entrelazan sus testas, queriendo hablarse.

Puede que lo hagan, pero quedan muy lejos,

no logro distinguir todos los detalles.

Se acerca; hechura templada, asaz galante.



Es bravo el retoño, relincha, al galope,

jadea, frena, para tirar de su madre.

Al final lo consigue, y ella le sigue.

A la grupa, potro y yegua, se persiguen.



Regresan, se hocican y nos saludan,

melodía de campanillas acuosas

sobre la marisma, danzas equinas.

La madre y su potro, a la brisa, allá bailan,

¡No la olvides! ¡Esta imagen tan hermosa!



Yo quisiera, alazán, bailar con vosotros,

chapotear en las aguas cenagales,

bautizarme rocín, pasear estos lares,

crines al viento, creando tirabuzones.



Sopla una apacible brisa del suroeste.

No es, por suerte, la mañana calurosa.

La marisma luce sus mejores trajes. 



Espera recibir a los peregrinos,

por millares llegarán, de fe sedientos,

desde todos los puntos cardinales.



El potro nos mira, resopla, de frente,

espera y escucha, orgulloso y expectante,

aprieto el botón de la cámara ¡adelante!,

se acelera mi corazón, anhelante,  

disfrutando este momento inolvidable.

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