viernes, 6 de mayo de 2011

Le canto a un país adormecido. Le canto a un pueblo aborregado. Que perdió las ganas de pelear, de salir a la calle a reivindicar. No escucharé los pretextos. Nos asfixian los motivos, para que como una sola voz gritemos; por nuestro presente, por nuestro futuro, y el futuro de nuestros hijos. Pero aquí nada importa, todo da igual. En el limbo, ausentes, habitamos.

En los prolegómenos del día del trabajador, esta noticia en las portadas: CINCO MILLONES DE PARADOS. Suenan por las plazas dulces cantos de sirenas. Aquí nada importa, todo nos da igual. Es más cómodo mirar para otro lado.

A los funcionarios los fustigamos. Con reproches, con caínitas palabras. Al médico, al campesino, al obrero. Enfrentadas comunidades y pueblos. Yo y sólo yo seré el primero.

La envidia cochina, en su pedestal, todo lo domina. El individualismo, el egoísmo, exacerbados. Aquí nada importa tanto como poseer, tanto o más que el compañero, el amigo, la vecina. Y así nos va, caminando como cangrejos. Frente a otros pueblos, siempre rezagados. Rebaños silentes, domesticados, sobre la piel de toro, dormitando.

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