martes, 28 de septiembre de 2010

BÉLGICA VERANO 2010


DOMINGO 15 DE AGOSTO DE 2010

Quiso la lluvia ser la protagonista de la jornada. Pertinaz, fría, se negó a dejarnos solos, cual si quisiera guiarnos por una ciudad que conoce muy bien. No por nada tiene fama Bruselas de ser una ciudad gris y húmeda. La temperatura no superó en ningún momento, a lo largo del día, los 16º. No es un tópico sugerir la necesidad de venir bien pertrechado, con un equipaje variado, al visitar Bélgica.
Comenzamos la jornada visitando uno de los iconos de la capital belga; el Atomium. Visita muy recomendable para valorar, en su justa medida, estas fascinantes perlas de la arquitectura contemporánea.
Con más de 102 metros de altura, fue diseñado por el arquitecto André Waterkeyn y se erigió con motivo de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, convirtiéndose en la atracción más notable, por su originalidad, del evento.
Su caprichoso diseño, formado por nueve esferas de acero de 18 metros de diámetro, representando la estructura tridimensional de una molécula de hierro ampliada 165.000 millones de veces, nos va sorprendiendo muy gratamente a medida que nos aproximamos por la avenida que corona con majestuosidad, alabando la genialidad del arquitecto que la ideó.
Una vez que lleguéis al vestíbulo principal del complejo turístico, tenéis varias opciones; bien visitar sólo el Atomium o comprar un billete conjunto para acceder al Atomium y MiniEurope, un parque en el que encontraréis las reproducciones, a escalas muy reducidas, de los principales monumentos de Europa, aunque me gustaría conocer a criterio de quién o quiénes se consideraron los allí presentes como los monumentos protagonistas del arte europeo. La opción a elegir es cuestión de gusto o intereses de cada cual. Por supuesto la opción más económica y razonable es visitar sólo el Atomium, por sí sólo está más que justificada la visita. El parque MiniEurope lo podréis divisar, y haceros una idea de lo que supone, una vez que lleguéis al piso más alto del Atomium.
Desde esta privilegiada atalaya, a la que se accede por ascensor tras esperar una cola relativamente aceptable, se puede disfrutar de las mejores panorámicas del área metropolitana de la Región de Bruselas, toda ella salpicada por grandes extensiones de parques y bosques y de la visión de una ciudad bien planificada, con extraordinarios monumentos, aunque muy diseminados. Apetece conocerla paseando, como así hicimos media hora después, tras la visita al Atomium.
Uno de los monumentos más notables que se distinguen desde la cumbre de la estructura de hierro y acero es la Basílica del Sagrado Corazón, emplazada en la localidad o barrio periférico de Koekelberg, de colosales dimensiones, sólo hay cinco iglesias en el mundo mayores que ella, fue edificada en estilo Art Decó para conmemorar el 75º aniversario de la independencia de Bélgica. En 1905 se puso la primera piedra, no dándose por concluida hasta el año 1971. En nuestro caso, a pesar de verla todos los días cuando nos asomábamos a la terraza del apartamento, no accedimos al interior de la misma, con lo cual poco más os puedo contar sobre ella, para otra vez será.
La conducción por Bruselas resultó un tanto complicada, debido al elevado número de obras de remodelación de calzadas y vías públicas con las que nos encontramos. Pero como era domingo y no se paga zona azul, tuvimos finalmente la suerte de aparcar en uno de esos rincones que merece la pena conocer de la capital belga; el Barrio du Sablon, lleno de chocolaterías, tiendas de antigüedades y delicatessen. Para la ocasión sólo encontramos abiertas las tiendas de chocolate, dándose cita asimismo, en la Gran Place du Sablon, un mercado de artesanía, de esos que ahora se ven por cualquier pueblo o ciudad como reclamo comercial, amenizado por actuaciones musicales, tanto lo uno como lo otro habían cerrados sus puertas, la lluvia y la hora de la comida aceleraron el cierre del mercado.
Concretamente estacionamos en la Rue de la Regence, a escasos metros de la Petit Place du Sablon, uno de esos relicarios de plata fina que atesora Bruselas. Rodeada por una frondosa arboleda, que le confiere un aspecto recóndito y sombrío, la Petit Place du Sablon está rodeada por cuarenta y ocho columnas, cual si de una tarta de chocolate supremo se tratara, representando cada una de ellas a los distintos gremios con los que contaba la ciudad allá por el siglo XVI. Lástima que la copiosa lluvia que en esos momentos se precipitaba sobre Bruselas nos impidiera el disfrute de la misma, la plaza invita a ello, alejada como está de las hordas de turistas que invaden otras zonas de la ciudad.
Bajando por la Gran Place du Sablon, donde encontraréis las más afamadas chocolaterías de Bruselas, llegamos por el barrio de los anticuarios hasta la Biblioteca Real de Bélgica y el colosal conjunto monumental conocido como Monte de las Artes o Plaza Real, desde el cual se goza de una de las mejores panorámicas del centro histórico. Desde aquí, siempre descendiendo y de la mano del elevado número de visitantes que nos van anunciando que el corazón de Bruselas está a la vuelta de la esquina, llegaréis en pocos minutos al Marché aux Herbes. Siempre animada, es una de las plazas más coquetas de la capital de Europa, a través de ella podréis acceder, también, a las Galerías de St. Hubert o Galerías de la Reina y al Ilot Sacré, laberinto de callejuelas atiborradas de restaurantes con los platos típicos belgas y algunas otras cocinas internacionales, demasiado turístico.
La marea humana va empujándote hacia la Grand Place, el corazón de Bruselas, posiblemente una de las plazas más bellas de Europa, pero la persistente lluvia y la multitud de paraguas y gente nos impidió deleitarnos como bien merece esta joya del urbanismo medieval europeo.
Rodeada por las casas gremiales, cada una de ellas representada por una escultura alegórica, se encuentra asimismo en su seno el Ayuntamiento y la Casa del Rey. Ha sido escenario de no pocos episodios históricos de especial relevancia, unos felices y otros muchos de carácter trágico. En el siglo XVI fueron quemados los dos primeros mártires protestantes y en el siglo XVII, durante la Guerra de la Liga de Ausburgo, la mayor parte de las casas, construidas en madera, fueron destruidas durante el bombardeo de Bruselas por las tropas francesas, sólo resistieron a la hecatombe la fachada y la torre del Ayuntamiento. Más tarde las casas fueron reconstruidas en piedra por las distintas corporaciones gremiales.
Lamentablemente poco más os puedo contar de Bruselas, nos habría encantado seguir recorriéndola a pie, pero estábamos caladitos tras varias horas de insistente y fría lluvia y sólo nos quedaban ganas de ponernos al abrigo de la misma.

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