viernes, 24 de septiembre de 2010

BÉLGICA VERANO 2010


JUEVES 23 DE SEPTIEMBRE _ OTOÑO 2010

Poco después de que mis amos se fueran a dormir emprendí la gozosa tarea de hacer mi equipaje, esa misma tarde, tras regresar de ver a mis queridas amigas Berta y Mardoch. Las quiero mucho, es cierto, pero tienen un puntito de cotillas que me fastidia un poco, bueno, no podemos ser perfectas. Hacía semanas que no las veía, desde que comenzó la siega nuestros amos nos tienen más tiempo recluidas en las granjas, cosas de humanos, y las echaba mucho de menos. Habitualmente nos solemos ver casi todos los días. Ellas me relatan las últimas novedades del vecindario, uno de sus chismes preferidos son los desmanes de Jean, el gallo más peleón de la comarca, ¡ay madre mía, donde se ponga una buena ración de morbo…! Jean, siempre pavoneándose de aquí para allá y las gallinas, como tontas que son, todas detrás de él, hasta que un día se lleve su merecido castigo.
Y ustedes se preguntarán, ¿qué puede llevarse por equipaje una oca de granja? ¡Ohhh, qué poco saben de nosotras, hasta incluso llegan a creer que no sabemos volar, porque nos pesa el culo u otras tonterías de igual calibre! Pues no, una señora oca como la que tienen el gusto de contemplar, que ya era hora de que me diera a valer, tiene mucho que guardar en una valija; mi pamela para las ocasiones especiales, ella no puede faltar, dos paraguas; uno para la lluvia y otro para cuando el sol aprieta, pues hay que cuidarse el plumaje, y por supuesto tampoco pueden faltar unas buenas briznas de trigo para asearnos y limpiarnos del barro del camino, así como mi cepillo y mi pasta de dientes, ante todo la limpieza y la higiene.
Creo que es hora ya de las presentaciones, no vayan a pensar que soy una maleducada. Por si aún no se han percatado yo soy una oca, pero no una oca cualquiera, no, no, no, desde bien prontito todo muy pero que muy clarito; yo soy una oca de Toulouse. En Toulouse nací y de Toulouse me fui, hace ya de aquello más de 20 años, desde entonces vivo en una bonita casa al sur de Normandía, donde anido felizmente en compañía de mis otros compañeros de granja y de mis amos Marie y Jacques Louis.
Que viva felizmente con ellos no es óbice para que este año, un poco saturada tras más de 20 años viendo las mismas estampas, haya decidido pegarme una escapadita, llevándome conmigo a mis dos queridas amigas, que ya está bien, que una también tiene derecho a conocer mundo ¿acaso os habéis creído, mis queridos humanos, que solamente vosotros tenéis derecho a viajar? pues no, aquí o empezamos a compartir ya mismo tanto lo bueno como lo malo o se acabó el cuento de la lechera.
Y dicho está, perdón, se me olvidó decirles que mi nombre es Martine. Lo dicho, que de aquí a una semanita nos vamos, antes de clarear el día, que estos amos míos se despiertan bien temprano.
El destino, aún no lo tenemos bien definido. A Berta le hace mucha ilusión conocer Italia, otras costumbres, otro idioma, otra gastronomía, lo de siempre, no sé, yo creo que en el fondo a ella lo que le hace tilín es el acento de los gansos italianos. Mardoch, por otra parte, nos cuenta que conoció hace años a un ganso alemán que trajo su amo y desde entonces se quedó prendada de los alemanes. Le hemos dicho cienes y cienes de veces que no todos los gansos alemanes van a ser como aquel, pero ella erre que erre que sí, que los gansos alemanes son forzudos, cultos y educados, dice también que le da morbo ese acento de ellos, que parece cuando graznan que fuera a llegar una tormenta. Y yo…, pues yo, la verdad, tampoco me gustaría ir tan lejos, teniendo en cuenta, además, los muchos años que hace que no remontamos el vuelo durante más de quince o veinte minutos, si hasta tenemos que tener las alas atrofiadas, es cierto que nos pesa el culo, nada más que come que te come todo el día. En fin, ya veremos hacia dónde nos dirigimos finalmente.

Quedan pocas horas para partir, apenas si hemos pegado ojo en toda la noche, nos encontraremos en la alberca que se halla junto a la Ville de Les Andelys. Afortunadamente hemos acordado elegir la opción más sensata; viajaremos a nuestro vecino país del norte, y llegaremos hasta donde las alas aguanten. Nuestra primera escala será Lille, aún en territorio galo. Dice Mardoch, que es una experta en geografía, que son casi tres horas de vuelo, pero según ella es lo mejor para después estar a pocos golpes de alas de Bélgica. En fin, ella sabrá. Tengo un poco de miedo, lo confieso, pero la ilusión es aún mayor.
Poco antes de que despuntara el alba tomé mi equipaje y emprendí el vuelo hacia nuestro lugar de encuentro. Siento un poco de pena por dejar así a mis amos, pero de lo contrario no me habrían dejado ir. Espero que lo comprendan.
Por las colinas del este se acerca la aurora, el fresco de la mañana me enjuaga los ojos tras el cansancio de una intensa noche de nervios. Debo seguir ese rumbo hasta llegar a Les Andelys. Conozco estos parajes, pero hoy me parecen aún más hermosos pensando en esos otros territorios ignotos que pronto verán mis ojos.
En la alberca del prado contiguo a la Ville de Les Andelys me encuentro con mis amigas. Nos abrazamos, nos deseamos suerte y emprendemos el vuelo. Lille nos espera.
Estamos exhaustas tras más de dos horas y media de vuelo, pero allá a lo lejos, por fin, se ve el campanario del que nos hablaba Mardoch, rematado por un bello reloj de dorada esfera. Es el campanario de la Cámara de Comercio de Lille, con 104 metros de altura, junto a él se vislumbra otro hermoso edificio; la Ópera. Antes de llegar necesito descansar y beber un poco de agua. Bajo nuestras patas discurren las aguas del río Deule y hacia él nos precipitamos cual si fuéramos meteoritos.
El agua está deliciosa. ¿Qué sucede? Nos miramos las tres sin querer graznar, en las aguas se refleja la imagen de un ser extraño, no es humano, no sabría decir si es animal o espectro, parece un duende, ¡qué el destino nos ampare! Levanta sus largas manos como si fuera a realizar un conjuro, el último sorbo se me ha quedado en el buche, no quiero ni levantar la cabeza, cuando me da por mirar a mis amigas ya no veo ocas, ¡qué el río me lleve, son palomas lo que ven mis ojos! ¡¡auxilioooooooo!! No emito un graznido, ¡madre mía que alguien me ayude! Es una especie de gorjeo, a mí también me han convertido en paloma.
No estoy del todo insatisfecha con el trato recibido, al menos sigo conservando el plumaje de color blanco. Peor lo tienen mis amigas, que han recibido por plumaje un feo vestuario entre ceniza y carbón. El espectro ha desaparecido y nosotras con estas pintas. Seamos ocas, seamos palomas ningún ser, por más extraño que parezca, nos va a quitar las ganas de seguir nuestro camino, así es que reemprendemos el vuelo hacia la cercana Lille.
Por otra parte, tonto del todo no ha sido el dichoso espectro, nuestro aspecto actual, palomar cien por cien, nos permite incluso pisar el urbano suelo de Lille, teniendo además la ventaja de subirnos a campanarios, torres, azoteas y otras diversas alturas desde las que divisar las beldades que ofrece esta bella ciudad. Por otra parte, los niños se acercan para darnos de comer en la atractiva plaza que se encuentra a pocos pasos del galante edificio que cobija a la Cámara de Comercio e Industria de la Región de Lille. Es curioso, jamás había comido semillas de maíz, pero con mi aspecto actual, palomar cien por cien, me parecen exquisitas.
El viejo Lille me resulta encantador, por suerte nuestras congéneres no han mancillado mucho los edificios con sus corrosivos excrementos.
Con mucha discreción hemos accedido a un antiquísimo palacete, situado justo enfrente de la Ópera de Lille, de muy bella factura, donde se da cita un curioso mercadillo de antiguallas, en él se venden cientos, miles de monedas antiguas, libros, carteles y fotos del siglo pasado, me encuentro muy a gusto en este lugar, hay un grupo de amigos disponiendo unas sillas y una mesa para sentarse a jugar una partida de ajedrez, el ambiente y el recinto son muy apacibles, sus muros destilan cultura e innúmeros episodios históricos. Toda la ciudad así me lo ha parecido también. Es muy agradable pasear por ella, subirnos a un campanario y otear desde las alturas sus añejos edificios, beber agua en alguna de sus agraciadas fuentes, hacer reír a los niños que corren tras de nosotras, les hacemos creer que están a punto de pillarnos y ellos son felices de esta manera.
Cual si fuéramos palomas glotonas nos paramos ante los deliciosos escaparates donde venden dulces vituallas, es curioso ver lo que se llevan a la boca estos humanos. Hay comercios muy originales en esta ciudad, comprenderán que para nosotras todo es nuevo, pero sabemos apreciar lo que es bello de lo que es vulgar, y las tres coincidimos al afirmar que esta ciudad merece muchos y agradables paseos al atardecer, la bonanza del clima ha hecho aún más gozosa la visita.
El reloj de esfera dorada marca las nueve y pico de la noche, estamos agotadas, han pasado tantas cosas…, lo más increíble ha sido la metamorfosis que hemos sufrido, en fin, cosas del destino.
Ya no podemos más, aquí mismito nos vamos a quedar, entre los muros de este bellísimo campanario que nos dio la bienvenida a esta hermosa ciudad. Mañana será otro día, sea oca o sea paloma me siento muy feliz de hacer lo que estoy haciendo.

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