miércoles, 15 de septiembre de 2010

BÉLGICA VERANO 2010


VIERNES 13 DE AGOSTO DE 2010

Por aquello del rito que me veo obligado a cumplir a diario, casi al pie la letra, por mi enfermedad, me desperté poco antes de las ocho de la mañana y me fui a correr por los caminos de este delicioso barrio que nos acoge aquí en Bélgica. La experiencia no pudo ser más grata. Me adentré, incluso, por un bosque urbano que se encuentra a pocas decenas de metros de nuestro apartamento. Y cuando utilizo el verbo adentrar no lo hago en vano, los bosques y florestas de estas tierras te envuelven absolutamente, con su techo de ramas y hojas, haciendo muy complicado que los rayos del sol acaricien la superficie, creando un manto forestal de helechos, hongos y hojas en descomposición con un componente mágico indescriptible.
Nuestro destino para hoy, Brujas. Algunos la llaman “la princesa de Europa” otros “la Venecia del norte” y no les falta razón. Esta ciudad es ciertamente cautivadora, a pesar del elevadísimo número de turistas que la invaden, pero si buscas y caminas por ella encontrarás rincones, paseos, a los que los turistas no llegan por aquello de limitarse exclusivamente a lo que nos ofrecen las guías de viaje, rincones con una carga estética y un magnetismo desbordantes.
Brujas es maravillosa la mires como la mires. Repleta de esquinas, detalles, canales, calles y plazas que te embrujaran, nunca mejor dicho, en los que debes hacer una pausa y evadirte de las masas de turistas, deleitarte con ese pequeño detalle que nadie ve y vivirlo en toda su grandeza.
La graciosa fuente en una placita más pequeña que un salón-comedor, el reloj de agujas doradas, la camada de cisnes que dormitan al atardecer, los simpáticos patitos que siguen a su mamá mientras en las aguas se refleja la silueta de un delicado palacete, el encanto de los beaterios y las hortensias que engalanan sus patios, los visillos de delicados encajes, artesanía en su estado más puro, que decoran las ventanas, florecillas en el alféizar, una bicicleta apoyada en la barandilla del puente, Brujas es un cuento medieval, de ayer, de hoy y de más allá.
La lluvia, protagonista de buena parte de la jornada, nos estropeó un poco la visita y el disfrute de esos detalles, pero tras la sobremesa fue despejando, hasta quedarse una tarde muy hermosa, con una temperatura muy agradable. A partir de ese momento gozamos Brujas en todo el sentido de la palabra, y la ciudad nos mostró su cara más alegre.
En Brujas tomamos gofres con chocolate, sita en la calle donde se encuentran las mejores chocolaterías de la ciudad, muy cerca de la entrada para subir a las barcazas turísticas. Las mejores chocolaterías las podéis encontrar en la calle Steenstraat, hay muchas para elegir, pero sin duda una de las mejores es la Pastelería Verheecke. En la misma calle se localiza un comercio bastante amplio, desde el exterior parece el típico comercio chino de todo a cien, pero en su interior encontraréis un amplísimo surtido de recuerdos y artículos de regalo. Nosotros no pudimos resistir la tentación y nos hartamos de comprar, particularmente cristalería; vasos y copas para beber cerveza, muy chulas y a muy buen precio. Si vais en avión y lo hacéis con Ryanair tened cuidado con las compras que hacéis, pues os podéis encontrar a la vuelta con la desagradable sorpresa de que os hagan pagar una pasta por sobrepeso.
Si hubiera de verme obligado a elegir algo en particular de esta ciudad, sin duda serían sus canales. Alejandro y Pili subieron a una de las muchas barcazas que ofrecen el recorrido turístico por los mismos, pero yo preferí quedarme en tierra. Todo ese tiempo no dejé de tomar fotos de sus canales ¡es irresistible!, no puedes pasar mucho tiempo, si te gusta la fotografía, sin tomar cuando menos una docena de ellas. Sus canales, los cisnes que se dejan llevar por el plácido vaivén de las aguas encauzadas, las arboledas y jardines que los envuelven, las casas anexas al canal…
La autopista sentido Brujas es la que soporta mayor densidad de tráfico, formándose atascos en numerosos tramos del recorrido. El coche lo dejamos en un parking gratuito cercano a la Estación Central (Station Plein), es lo más recomendable, no pretendáis acceder más allá en coche porque lo tendréis bastante complicado para aparcar, además me parece una indecencia pretender adentrarse con vehículo motorizado al centro histórico de esta maravillosa ciudad. Mi opinión es que lo más idóneo es la bicicleta, pero la climatología no acompañaba. Hay miles de ellas para alquilar en la gran plaza de la Estación. A pocos pasos del estacionamiento de bicicletas compramos billetes ida-vuelta para llegar al centro en bus, es otra alternativa muy recomendable. A la vuelta, como la tarde era tan deliciosa y los caminos tan agradables y bellos, sin apenas darnos cuenta llegamos andando al parking donde teníamos el coche. Serían las ocho de la tarde, aproximadamente, cuando nos despedimos con un “hasta pronto” “au revoir” de esta mágica ciudad de cuentos de hadas.
Y como el tiempo acompañaba decidimos hacer parada, a medio camino entre Brujas y Bruselas, en Gante, ciudad de Flandes Oriental, adonde llegamos poco antes de las nueve de la noche. Directamente aparcamos en un subterráneo situado muy cerca de la Grote Markt, en pleno centro, Parking Sint Michelis (San Miguel), que nos sorprendió por sus más que asequibles tarifas.
Al salir te encuentras de frente con la Catedral y la Belfort, la impresionante torre campanario. A pocos pasos el río Lys y el bellísimo puente que lo cruza. Dejaros aprehender por la sugerente panorámica que ofrece la ciudad desde este punto. Nos acompañaba, también, una luz genial, que teñía las aguas y las piedras de tonalidades melifluas. El color del cielo, a esa hora, nos regalaba imágenes inspiradoras. Estábamos metiditos de lleno en el corazón de Gante, que nos llamaba para descubrirlo.
El centro histórico de Gante es un lugar muy animado, encantador, apacible, aún más a la hora del día que tuvimos a bien visitarlo, cuando los turistas se han marchado a descansar, los comercios y tiendas de recuerdos están cerradas y por sus calles y plazas sólo hay gente con ganas de vivir la noche, terrazas repletas de público con ganas de Vivir la Vida, también había otros muchos/as saboreando la ciudad montados en una bicicleta. Verlos pedalear tan plácidamente, por esas hermosas calles y a esa hora del día, ponía los dientes largos. Lamentablemente nuestras ciudades siguen estando a años luz de todo esto que se ve por aquí.
En Gante tomamos patatas fritas con mayonesa y salchichas en un puesto muy añejo y típico, al estilo de los puestos de churros de la Plaza de Abastos de Cádiz, adosado a un edificio de muy noble aspecto. El puesto de patatas y el edificio se encuentran muy cerca de la Grote Markt, lo encontraréis fácilmente, frente a él se encuentra una bonita plaza, donde nos sentamos a comer las sabrosas viandas y a contemplar la vida nocturna de la ciudad.
Dejamos Gante pasadas las diez y media de la noche, no sin ganas de habernos quedado saboreando más tiempo la ciudad. Regresamos al parking, que nos costó 1,50€ y de allí camino a Jette y nuestro apartamento para descansar.
Por el camino nos llevamos otra grata sorpresa; las autopistas y carreteras secundarias de Bélgica y los Países Bajos están iluminadas, gracias a lo cual la conducción resulta más segura y cómoda.
Bélgica, peculiar, nos seguía regalando lugares maravillosos.

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