domingo, 2 de agosto de 2009

LUNA DE MIEL CARIBEÑA





LUNA DE MIEL CARIBEÑA

Entre las bondades que nos ofrecen las vacaciones, una de las mejores es que nos permite reencontrarnos con esas aficiones que van quedando olvidadas a lo largo del año. En mi caso una de ellas es la pasión por la escritura y, para el caso, por los relatos viajeros. Recordar las tierras que olí, sentí, caminé…, es como volver a vivirlas, es como regresar de alguna manera a ellas. Y para volver a vivir esa mágica emoción, nada mejor que el calor húmedo de esta bonita mañana de agosto, bajo un hermoso cielo que pareciera dibujado por un pintor impresionista, y de la mano de las palabras y los recuerdos volver a nuestra luna de miel por tierras del Caribe, al caimán del Caribe, la Isla de Cuba.

Diez años se cumplen este verano de nuestro viaje de luna de miel a Cuba. Jugando a restar por decenas y evocando el tango de Gardel diez años no es nada, no es nada, pues el cambio no ha llegado, para una Isla que sigue bajo el yugo de un régimen que obliga a sus ciudadanos a vivir en pésimas condiciones. Pero sí lo es para nosotros, en estos diez años ¡han pasado, han cambiado tantas cosas!

Cuba te deja una huella indeleble en el alma y en el corazón. Si vas a Cuba hazlo con el corazón abierto de par en par, olvídate de la vida que llevas habitualmente, olvídate de tu coche, de tus prejuicios occidentales y de todos esos bienes materiales que llenan nuestras casas pero no nuestros corazones, déjate llevar por su ritmo, por su luz, por su olor, por su magia, mézclate con su gente, habla con ellos, descubre lo que sienten, cómo aman, qué sueñan y si así lo haces a la Isla Bonita jamás olvidarás. No te quedes en la superficie de las cosas y las personas, busca la esencia en todo aquello que hagas, que mires, que huelas, busca el alma de todo aquello que te rodea. Sorpréndete aún con la inocencia reflejada en la sonrisa de un niño, indaga en la mirada de esa anciana que lleva su bolso vacío pero su corazón y sus ojos plenos de mil historias vividas. ¿Quién eres tú, él, ella, aquél o aquella para sentirse superior a nadie? Si quieres hallar el alma de Cuba ella te atrapará, si prefieres quedarte en la superficie mejor no vayas, pues probablemente te defraudará.

Cuba de melaza y ron. Cuba, rancho de cocodrilos, dulce y fresco guarapo al ritmo de los compases de un magistral y humilde maestro de escuela que nos improvisa un guagancó dedicado a Andalucía. Sus compases no ocultan ningún interés a modo de dádivas por nuestra parte, sus compases nos brindan la hospitalidad, la simpatía, la genialidad de esta hermosa tierra y de sus gentes.

Cuba, pinchitos de cocodrilo con sabor a pollo. Maracas, timbales, cuatro amigos formando un espontáneo grupo musical, foto de familia, primero te cortas, luego te ríes, más tarde carcajada, venga ¡vamos a bailar!

Cuba, Habana, Capri, tremendo hotel de la época de Batista, mobiliario años 50, historias de mafiosos norteamericanos, Cuba era el paraíso para ellos, ahora nos cobijará a nosotros. Planta número 9, ¡qué vista, qué gozada! a los cristales les hace falta una manita de cristasol pero ello no impide que divisemos a nuestra derecha el Hotel Nacional y el Malecón y frente a nosotros La Habana toda.

Castillo del Morro, salvas de las nueve de la noche, Habana colonial, decadente, de casas ruinosas, Cadillacs mil veces reparados, niños que se lanzan al mar junto a las escolleras, parejas que se besan sobre la muralla, cuando llegue la noche y las tinieblas lo cubran todo se unirán sus cuerpos para llenar de fuego y éxtasis los instantes de pasión. Cuando llegue la noche, en la otra orilla del Malecón, una antigua gasolinera se transformará en un local gay, ¡cuidado, a correr! el socialismo no admite la homosexualidad.

Hermoso crepúsculo sobre el Caribe, tonos ocres de un romántico son, apenas circulan coches por la gran avenida del Malecón, las olas besan el espigón, rememoro el Campo del Sur, en verdad almas gemelas son.

Habana Vieja, Habana colonial, la gente vive en la calle, ¿dónde si no? Otros viven en grandes mansiones, el socialismo es para el pueblo, pero no para los que dirigen el guagancó. ¡España, España! te dicen los niños, un dólar mi amor. Bodeguita del Medio, eso es para los turistas, muy lindo, muy típico, llena de fotos, de recuerdos, aquí estuvo tal y cual, sí, muy bien, pero los cubanos beben ron adulterado. Callejón del Obispo, pavimento de caoba, había que cuidar las peanas del señor obispo. Habana Vieja, de casas solariegas, alicaídas, con el desconchón y la ruina como principales protagonistas, patios de vecinos, quiero rememorar mi infancia, me asomo a la casapuerta, tras ella el recuerdo de lo que algún día fue un hermoso patio y en el centro del mismo no hallo un pozo sino una hermosa muchacha que me sonríe, una mano la dirige a sus genitales y con la otra me indica un dos, mientras con su dulce voz me dice; España, dos dólares[1]. Con el corazón destrozado regreso a la calle, hace un calor bochornoso, necesito tomar algo, entramos en un local regentado por un simpático gallego que lleva casi toda su vida aquí, nos cuenta historias de su terruño y de su tierra de adopción, es lindo escucharle.

Paseo del Prado, El Capitolio, Barrio Chino, Cementerio de Colón, paradas de los camellos, donde hacen cola decenas de personas para subir y sudar de lo lindo en esta versión cubana de transporte público. En Cuba se guarda cola por todo. El Vedado, recuerdo de la antigua burguesía habanera. Heladería Coppelia, donde cientos de cubanos hacen cola para disfrutar de un delicioso helado, cien por cien natural. Hay dos colas, una para los cubanos, de interminable espera, y otra para los turistas, donde aguardas escasos minutos. Coppelia, helado de cuatro sabores y cuatro vasos de agua, mientras al otro lado del cristal una torrencial tormenta tropical inunda La Habana. A la salida los niños surfean en los inmensos charcos sobre improvisadas tablas. La fiesta ha llegado en forma de diluvio a las calles de La Habana, donde se carece de casi todo menos de risa y alegría.

Habana, pastillas PPG, Viagra versión cubana. Concierto de música de cine junto a un hermoso palacio colonial. Estoy grabando la escena, la bellísima plaza, palmas, hibiscos, venta de libros de ocasión, los Diarios del Che a precio de saldo, me giro para grabar en derredor y una muchacha me muestra sin pudor, y sin bragas, su divino tesoro. Candela, candela, candela me quemaré.

Trinidad, hermosa Trinidad, rebosante de un hechizo singular. Ciudad de los Ingenios[2], mercado de esclavos, si te empeñas aún huele al sudor del negro en su condenada vida, en su triste esclavitud. Trinidad de niños descalzos, de malanga y guaracha. Garito por la noche donde un mulatito no pierde oportunidad y te quiere sacar a bailar la saeta de Serrat. Otro grupo se pavonea acerca de las bondades sexuales que te proporciona el ron, cubano, por supuesto. Beben de un trago sus vasos, pero no los vacían del todo, las últimas gotas las proyectan contra el suelo tras sus espaldas, hay que ahuyentar a los muertos.

Trinidad, carretera plagada de crustáceos, miles de cangrejos rojos salen del bosque rumbo al mar para hacer el amor. Hacia allá también nos dirigimos nosotros.

Trinidad de románticas cabañas junto al mar. Noche de pasión bajo la luna del Caribe. Desayuno repleto de frutas exóticas, de color, de sabor. A unos pasos de allí una playa desierta, son las siete y media de la mañana pero el sol ya calienta, pececitos de colores en un mar de cristal.

Varadero es otra historia. Varadero, hoteles y playas. Deliciosas langostas a diez dólares. Pescador que nos cuenta su historia. Cálido y límpido mar. Mulatos y mulatas de cuerpos esculturales se pasean por la orilla a la caza del turista. Voluptuosa cadencia al andar. Hay que sobrevivir como sea en una tierra donde el Estado todo lo controla, donde no puedes tener propiedad privada, ni negocio propio, excepto el extranjero, claro está, que llega con dólares y euros frescos y cuantiosos.

Varadero, señoras occidentales de cierta edad abrazadas a jóvenes y fornidos mulatos en el mar. Varadero, donde las chicas cubanas no pueden entrar a las discotecas donde van los turistas. Si las pillan, se las lleva la policía, les rapan el cabello y las tienen varios días en la cárcel.

Cienfuegos, una elegante señora de color toca el piano mientras canta Comandante Che Guevara. Se le nota la tristeza en la mirada, aunque ella sonríe, nadie la escucha. Cienfuegos, un tremendo negro se sabe observado y se pavonea, a las chicas se les cae la babita. Cienfuegos, calle comercial, animada, hermosa. Palacio de Valle, ecléctico rincón a los pies de una linda bahía.

Pinar del Río, aperitivos de yuca, fabrica de tabacos al son del socialismo cubano, gente que se mece en el porche viendo la vida pasar. Una niñita nos sonríe, anda sola, descalza, a dos pasos Heladería La Valenciana, la invitamos a un helado de dos sabores, ese día se siente la más feliz del pueblo. Cueva del indio, paseo en canoa, Mural de la Prehistoria, Orquideario de Soroa, Reserva de la biosfera, occidente cubano. Niños con el uniforme revolucionario, salen de la escuela, nos cuentan lo que hacen, nos regalan sus sonrisas, su dulzura al hablar, tal vez sean pobres en bienes materiales pero son inmensamente ricos en naturalidad y pulcra educación.

Cuba de contrastes, de color, de caliente ritmo bajo el sol. Cuba, zumo de mango, de guayaba y ron. Cuba, lemas ensalzando la revolución en tapias, carreteras, paradas de bus, Che Guevara hasta en los frijoles negros, pero jóvenes con indumentaria estilo NBA. Cuba, donde la sensualidad y la sexualidad fluyen libremente por doquiera que mires. Cuba no te dejará que la olvides.

Os invito a que gocéis de estos dos vídeos, uno de ellos refleja la Cuba de siempre, el otro es la nueva Cuba, la Cuba de jóvenes raperos en el exilio. Yo me quedo con las dos, en uno está la cadencia tropical, en el otro la fuerza de un ciclón. Uno y otro son Cuba, por ella y por su gente, que se merecen una vida mejor.

http://www.youtube.com/watch?v=G-60J_HcPoI&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=yY7w1QKRHkU&feature=PlayList&p=4BE158C247F830CD&index=0&playnext=1

[1] Al cambio, en 1.999, eran poco más de 330 pesetas.
[2] Ingenio azucarero, antigua hacienda colonial con instalaciones para procesar caña de azúcar.

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