sábado, 25 de abril de 2009

ROMA IN NATALE 2008


Martes 30 de diciembre de 2008

7º día en Roma.

Nuestra última mañana antes de marcharnos de Roma se despertó muy hermosa, un sol espléndido y una temperatura muy agradable para despedirnos de la Città Eterna. ¿Quién podía pedir más?
La primera mitad de la mañana la dedicamos a visitar las Catacumbas de la Via Appia. Ello motivó que necesitáramos hacer uso del transporte público por primera vez. Como ya me advirtió mi amigo Iñaki, el transporte público en Roma deja muchísimo que desear, más si cabe teniendo en cuenta que estamos en la capital de Italia y que es, posiblemente, la ciudad que más turismo recibe a lo largo del año, yo al menos no le daría el aprobado.
Como teníamos varias opciones, nos decidimos por la Catacumba de San Sebastián, además es la que se encuentra a mitad de camino entre la ciudad, la Porta de San Sebastiano y la Tumba de Cecilia Metella. Visitar las catacumbas supone una experiencia inolvidable, sumamente aconsejable. El conjunto se halla justo después del cruce de la Via Appia y de la Via delle Sette Chiese, esta última debe su nombre a la costumbre, observada durante siglos, de realizar la peregrinación a las siete iglesias más importantes de Roma, de la que formaba parte San Sebastián.
La Basílica de San Sebastiano. Dedicada desde un principio a los apóstoles Pedro y Pablo, esta basílica-cementerio fue construida en época de Constantino. De forma análoga a la de un circo, presentaba tres naves separadas por pilares de albañilería rematados por arcos de ladrillo. En el centro de la basílica, encima del lugar donde se había venerado a los apóstoles, se hallaba el altar que hoy está en la capilla de las reliquias (la primera a la derecha).
Las Catacumbas. Durante toda la antigüedad tardía este cementerio se designaba simplemente con la expresión de ad catacumbas (del griego kata kymbas, “cerca de las cavidades”). Este apelativo se dio a continuación a todas las necrópolis del mismo tipo. Como en casi todas las catacumbas, las sepulturas de los paganos y de los cristianos están unas junto a otras. De los cuatro niveles de galerías, el primero fue destruido casi completamente. Se visita primero la Cripta de San Sebastián, que ya no conserva los restos del mártir, trasladados en el siglo IX. Se llega después a los tres hipogeos paganos, que fueron el antecedente de los columbarii y que luego se convirtieron en lugares de inhumación. Magníficamente conservados, presentan una decoración de estucos y de frescos que entremezclan los motivos paganos (cabeza de Gorgona) y cristianos (milagro del endemoniado de Gerasa), que se remonta en parte a los siglos I y II de nuestra era. Como lo indica una inscripción, M. Claudius Hermes era el propietario de la tumba a la derecha. Se pasa a continuación a la Memoria Apostolarium, sala irregular, notable por sus paredes pintadas en rojo y cubiertas de más de cien letreros en honor de los apóstoles Pedro y Pablo, fechados en los siglos III y IV. Esta sala, que los eruditos llaman triclia, era antaño un espacio abierto donde se celebraban banquetes funerarios en honor de los apóstoles.
Tras la grata experiencia de la Catacumba de San Sebastiano volvimos a la ciudad, no sin antes tener que caminar a pie de carretera, junto a coches veloces rozándonos los pantalones, en busca de la parada del autobús. No hay ninguna señalización que indique dónde se toma el bus, inexistente una marquesina, una leyenda informativa, NADA, y allí, tal como sales de la Basílica de San Sebastián, te encuentras que no sabes hacia dónde tienes que coger. Tras preguntarle al conductor del bus de ida andamos varios minutos a pie de carretera hasta que a lo lejos encontramos a una pareja con sus hijos que esperaban el bus de regreso.
A la vuelta descendimos muy cerca del Coliseo, no estaba mal para despedirnos del magno monumento donde se estaban acondicionando los preparativos para la fiesta de fin de año. Desconozco desde cuándo la municipalidad romana viene haciendo este tipo de fiesta en esa zona, pero, sinceramente, creo absolutamente desacertada la opción de elegir las cercanías del Coliseo para celebrar una fiesta de ese tipo, aún más teniendo en cuenta los equipos de sonido que estaban siendo instalados en los escenarios. No creo que sea recomendable para el monumento tener que soportar la vibración producida por los altavoces y griterío del gentío. Supongo que los equipos de arqueólogos e historiadores de la ciudad protestaran por este hecho, pero se ve que su opinión y protesta, caso de existir, no goza de la necesaria atención por parte del municipio. Desde allí llegamos caminando hasta el Foro y Mercado de Trajano, desde donde se observa una vista excepcional, de un plumazo visual recorres varias etapas del arte universal; de la Roma Antigua pasando por las primeras iglesias y basílicas cristianas, renacimiento, barroco, hasta llegar al arte moderno y contemporáneo, sencillamente genial.
Después tocó hacer un recorrido nostálgico, de despedida, por las zonas que más nos sedujeron en los maravillosos días vividos en la Città Eterna; Piazza Venezia, Via del Corso, Fontana de Trevi, Piazza di Spagna. Sin olvidar la última merienda en la Cafeteria-Gelateria Giolitti, donde compramos, a modo de lindo recuerdo, una bonita tetera. Forno Roscioli, el primer encuentro gastronómico en Roma, que también sería el último, por esta vez. Recuerdos en Via Maddalena, Antoniangelo y en algunas otras tiendas y comercios, queríamos exprimir hasta el último minuto, aunque hubiera que madrugar en exceso. La Roma è bellisima. La Roma ti innamora. Ciao Roma, ci vediamo!

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