sábado, 28 de febrero de 2009

ROMA IN NATALE 2008


Domingo 28 de diciembre de 2008

5º día en Roma.

La mañana del domingo, en cuanto a climatología se refiere, fue la que más desapacible amaneció. Había estado toda la noche lloviendo y cuando nos despertamos continuaba haciéndolo y así seguiría hasta la sobremesa. Como no estábamos convenientemente pertrechados para hacer frente a las inclemencias del tiempo, decidimos pedirle prestado al propietario del apartamento, el cual vive justo en la puerta contigua, los dos paraguas que estaban en el paragüero del corredor de entrada a su casa y a la “nuestra”. El Sr. Piero daba la casualidad que en ese mismo instante abrió la puerta de su casa, pues se disponía a salir a comprar algunas cosas, al vernos, sin pensárselo demasiado, nos invitó a llevarnos en su coche hasta el Vaticano, el cual habíamos elegido como nuestro primer destino del domingo. Por supuesto aprobamos inmediatamente su amable propuesta y allá nos fuimos, camino del Vaticano, en su vehículo.
Pero antes de llegar al Vaticano, Piero nos llevó a conocer algunos rincones interesantes de Roma, que de no ser por él no habríamos conocido, tanto por su lejanía como por el mal estado del tiempo. Nos ofreció la grata sorpresa de darnos a conocer la Colina del Janículo y los monumentos que sobre ella se asientan. Desde aquí, si bien la luz natural no era la más adecuada por la lluvia que caía, pudimos apreciar una espléndida vista de la Ciudad Eterna. En la Colina del Janículo cabe destacar; el monumento a Garibaldi, la Fuente del Acqua Paola, el Tempietto y la Iglesia de San Pietro in Montorio, sede hoy de la Academia Española.
En el Tempietto, el genial arquitecto Bramante realizó el primer monumento que copiaba la arquitectura antigua. La planta de este bellísimo templete circular se corresponde con los proyectos e investigaciones del incipiente Renacimiento.
Desde la Iglesia de San Pietro in Montorio se goza de una admirable perspectiva de la ciudad. La fachada de la iglesia fue sufragada por los soberanos españoles Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. En el interior merece la pena admirar la Capilla Raimondi, en la que trabajó Bernini, y sus numerosas obras del siglo XVI, entre ellas La Flagelación, fresco pintado por Sebastiano del Piombo sobre un dibujo de Miguel Ángel.
La Fontana del Acqua Paola, con forma de gigantesco arco de triunfo, fue construida por Flaminio Ponzio y Giovanni Fontana para recibir el agua del antiguo acueducto de Trajano que el Papa Pablo V había recuperado para abastecer el Trastevere, el barrio de Via Giulia y el Vaticano.
Tras la sorprendente visita a la Colina del Janículo nuestro improvisado guía nos condujo hasta la Via della Conciliazione, allí nos despedimos y nosotros nos encaminamos hacia la impresionante cola formada para acceder a los Musei Vaticani. Se da la circunstancia que el último domingo de cada mes la entrada a los Museos Vaticanos es gratuita con lo cual, si de por sí son aparatosas las colas que al parecer se forman a diario, imaginaros esos días de entrada libre. Ahora bien, estos domingos el horario de entrada al recinto se reduce en una hora y ello lleva a que cientos y cientos de personas guarden cola desde poco antes del amanecer. Cuando nosotros llegamos, la fila de personas que aguantaban, y aguantamos, estoicamente la persistente lluvia, era ya de varios kilómetros. Más tarde, ya dentro del museo, vimos a no pocas personas que habían soportado varias horas de espera bajo la lluvia y que secaban su empapado calzado en los secadores de los cuartos de baño del museo. Por suerte nosotros pudimos acceder al museo con el tiempo justo de ver lo más interesante de las magníficas obras que el mismo cobija, pero sin lugar para la tranquila contemplación de las mismas. Mejor eso que lo que le sucedió a buena parte de las miles de personas que estaban por detrás nuestra en la cola, las cuales ni tan siquiera tuvieron la ocasión de acceder al mismo. La puntualidad es exquisita para el cierre de puertas.
Ya dentro del museo tuvimos la dicha de contemplar las estancias de Rafael, a medida que llegábamos a las distintas estancias los vigilantes iban cerrando las ventanas e invitándonos a que siguiéramos adelante, así hasta llegar a la Capilla Sixtina, donde la acumulación de personas era tal que apenas si podíamos movernos, apenas si podías levantar los brazos para tomar una foto. La situación era un tanto claustrofóbica, la inmensa sala absolutamente abarrotada de gente, mientras, por otra parte, los vigilantes del museo no cesaban su cansina invitación para despejar la sala pues el museo se cerraba; ¡avanti, avanti, andiamo, prego, andiamo!
Camino de la salida, recorriendo las larguísimas galerías de los Museos Vaticanos sentí un profunda repugnancia ante lo que veían mis ojos, ante tamaño alarde de riqueza, banal ostentación, sí, no rechazo y admiro el arte que allí se da cita, pero muchas de esas obras de arte se crearon a través de la sumisión y explotación de los más grandes genios de la pintura y la escultura, como fue el caso de Rafael o Miguel Ángel, creadores de sublime belleza pero que vivieron sumidos en la pobreza, explotados por infames pontífices que les chuparon hasta la última gota de vida. Sí, comprendo y me dirán que ahora nosotros podemos disfrutar de esas maravillas, pero a costa de cuánto sufrimiento. Sentí una profunda repugnancia, asco ante esa inmensa mentira llamada Estado Vaticano, hacia toda la Curia Vaticana y la más alta jerarquía eclesiástica, tan lejos, tan sumamente lejos del mensaje y la vida del Nazareno.
El resto del domingo nos llevó a conocer la Piazza del Risorgimento, donde se daba cita un mercado de artesanía y productos varios. En el mismo me compré una bonita gorra de diseño típicamente italiano, que no dudé en colocarme inmediatamente, lo cual agradecí, pues me calentó la cabeza tras el frío que se levantó después de la lluvia. De allí nos fuimos a conocer, siguiendo los consejos de Piero, el Palacio de Justicia, el cual se encuentra justo al lado del Castel S. Angelo, pero sólo lo pudimos contemplar desde el exterior. Al ser domingo el acceso al mismo estaba vedado.
Con el cielo ya despejado, terminamos la tarde con una agradable passeggiata (paseo, paseíto) de contemplación, visitas y compras, por la Via del Corso. Las compras comenzaron en los grandes almacenes de ocio Mondadori Retail, que vienen a ser, para quienes los conozcan, un símil de las grandes magazines de Virgin en París, donde encuentras una variedad en música y libros increíble. En ellos compramos un par de cd’s muy interesantes. Justo enfrente se encuentra una franquicia italiana dedicada al menaje y decoración del hogar: C’Art, donde compramos un bonito toallero. Y muy cerquita de ambos, en otra cadena de tiendas, esta ya más conocida, Tezenis, compramos slips para Alejandro y braguitas para Pili, de cara a las cercanas celebraciones de Año Nuevo. Pero entre compra y compra no faltaron las visitas artístico-culturales por las distintas iglesias, que son muchas, que nos íbamos encontrando, ni tampoco faltó la visita a nuestra cafetería fetiche; Giolitti, donde disfruté de un chocolatito calentito que quitaba el sentío. Y colorín, colorado este cuento se ha acabado.

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