sábado, 21 de febrero de 2009

ROMA IN NATALE 2008


Viernes 26 de diciembre. II parte

Después del baño de arte recibido en los Museos Capitolinos, bajamos por las escaleras diseñadas por Miguel Ángel que conducen a la Piazza d’Aracoeli. Desde la cima de las escaleras la vista es absolutamente teatral. Cual espectador situado en las gradas de un teatro griego, distingues el escenario que se nos muestra en esta nueva obra sublime de arte; Piazza Venezia y el Vittoriano, el impresionante monumento erigido en honor de Víctor Manuel II, el Palacio de las Assicurazioni Generali, el Palazzo Venezia, conformando un conjunto que se convierte de esta forma en una de las principales encrucijadas de la Roma. Siglos XVI, XIX y XX como actores cardinales de la obra, y cual principal protagonista, por su singularidad, su grandeza y foco de disparidad de opiniones el notable monumento a Víctor Manuel II. Erigido entre 1885 y 1911 para honrar la memoria del primer rey de Italia, ha sido centro de interminables debates urbanísticos, artísticos y políticos. Criticado en principio por su blancura, amenazado más tarde por Mussolini (que primeramente quiso destruirlo, antes de utilizarlo para las grandes manifestaciones de masas del régimen) ha sido calificado de muy diversas maneras; la máquina de escribir, el mayor meadero de Italia, hasta ser finalmente absuelto por un jurado de arquitectos, historiadores de arte, periodistas y políticos. Sea como fuere, según mi modesta opinión, el Vittoriano merece la pena una observación panorámica, y, porqué no, también un par de fotos. Si lo observas con detenimiento, después de haber gozado de los Foros romanos y los Museos Capitolinos, de alguna manera se quisieron recrear, al menos yo lo veo así, los más notables monumentos de la Roma antigua. Cuestión de gustos.
La Piazza Venezia es nudo de las comunicaciones urbanas, encuentro de gentes de todos los lugares y por ella se llega hasta otra de las arterias principales de la Città Eterna; la Via del Corso.
La Via del Corso es la avenida comercial por excelencia. Las principales firmas comerciales se dan cita en ella, pero la originalidad y buen gusto brilla por su ausencia en la mayoría de los casos, así como la Galería Alberto Sordi, la réplica romana a la Galería Vittorio Emanuele de Milán. Por ella caminan casi todos los que visitan la vieja Roma, unos para comprar, otros para pasear y dejarse ver y otros más para llegar a los distintos puntos de interés de la Capital. Desde aquí se llega, tomando alguna de sus calles aledañas, a los lugares más notables del casco antiguo; Pantheon, Piazza Colonna, Fontana di Trevi, Piazza di Spagna, hasta desembocar en la Piazza del Popolo. En ella se dan cita notables palacios, hoy sedes de bancos en su mayoría, iglesias y museos y salas de exposiciones. Todo el que viene a Roma debe pasear, en algún momento antes de marcharse, por Via del Corso. Es como quien va a París y no pasea por los Campos Elíseos, salvando las distancias y las notables diferencias entre ambas arterias.
La Via del Corso debe su nombre a las numerosas carreras que en ella se daban cita durante los Carnavales: carreras de hombres, niños y ancianos, de animales (asnos, búfalos) y, sobre todo, la más esperada, era la carrera de caballos berberíes.
Merecieron nuestra visita en la Via del Corso las iglesias de San Giacomo, de Gesú e Maria y de Santi Ambrogio e Carlo al Corso. Esta última es la iglesia de los lombardos, dedicada al patrón de Milán.
Caminando por ella, pasito a pasito, y tras hacerle una visita a la Galería Alberto Sordi, llegamos, a través de Via Fratini, a uno de esos lugares que no podemos dejar de visitar cuando estamos en Roma; la Piazza di Spagna. La bellísima, como pocas plazas en el mundo, Piazza di Spagna, que si de por sí es linda, al coincidir con la fecha en la que la visitamos era aún más hermosa, engalanada por una iluminación singular y con muy buen gusto, contando en el centro de sus fotogénicas escaleras con un árbol navideño que iba cambiando de colores según subías los escalones hasta llegar a la preciosa iglesia de la Trinità dei Monti, que corona la plaza. Desde su cumbre, en la balaustrada frente a la iglesia, el goce fue mayúsculo, contemplando a nuestros pies la marea humana que llenaba la plaza y las calles que desde ella parten, frente a nosotros la bellísima vista nocturna de Roma, con las cúpulas iluminadas de San Pedro y otras iglesias cuyo nombre ahora mismo no recuerdo y detrás de nosotros la esbelta fachada de la Trinità dei Monti. ¿Quién podía pedir más en Roma un 26 de diciembre?
Nosotros queríamos más y tras el inmenso goce vivido en lo alto de las escaleras de Domenico Fontana, nos adentramos en la marea humana que paseaba y gozaba con nosotros, era claramente perceptible en las caras de los caminantes, por la Via delle Carrozze, una de las calles más elegantes de la Roma, donde se dan cita las firmas comerciales más inaccesibles para la mayoría de los mortales. Entre sus escaparates se ven los precios más exorbitantes, gorritos de niños a 200 y 300 euros, bolsos a más de 600€, la inmoralidad del comercio más VIP se da cita entre sus tiendas, mirar y no tocar ni, por supuesto, comprar. La foto que acompaña al relato pertenece a una de esas tiendas.
Y así, caminando y disfrutando del maravilloso ambiente nocturno de la Roma, llegamos hasta nuestro apartamento al otro lado del Tevere, no sin antes volver a gozar con la visita a la que se convertiría en nuestra Cafetería fetiche; Giolitti, donde mi cariñito, esta tarde, se envalentonó y se tomó un gelato de dos sabores, tan sabroso uno como otro, mientras en el exterior el termómetro marcaba cuatro grados.

Ya sabéis donde podéis encontrar más cositas: http://rafaelarauz.blogspot.com/
Ci vediamo! ¡Nos vemos!

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