sábado, 1 de noviembre de 2008

DE RUTA POR EL NORTE DE ITALIA


Capítulo XVI


Domingo 17 de agosto: Ferrara, Vicenza, Sirmione.


Nuestro siguiente destino iba a ser Vicenza, ciudad a la que llegamos poco después de nacer el pomeriggio. Aparcamos el coche en Contrà Porta Santa Lucia, nombre con el que se denomina a numerosas calles en el Veneto. Esta calle es lugar idóneo para aparcar el coche, ya que se encuentra muy cerca del centro y de un bonito puente sobre el Fiume Bacchiglione.
Vicenza es una más de las numerosas ciudades bonitas del norte de Italia. Città que rebosa arte la mires por donde la mires, empezando por el hermoso puente que se encuentra en la Piazza XX Settembre. A pesar de ser un río pequeño, sus corrientes son fuertes y bucólicos sus meandros, adonde van a anidar patos y otras aves acuáticas y algunos pescadores prueban suerte con pequeñas cañas de bambú. Nada más llegar todo hacia presagiar que de aquella ciudad nos marcharíamos con muy buen sabor de boca.
Tras deleitarnos con la visión del río desde el hermoso puente, nos encontramos con la Piazza Chiericati, donde se encuentra el punto de interés más notable de esta ciudad; el Teatro Olímpico, del cual tengo que hablar con profunda tristeza, ya que nos tocó marcharnos de Vicenza sin tener la suerte de verlo. En primer lugar se debió a lo imprevisto de la visita a Vicenza, con lo cual no habíamos leído casi nada sobre ella. Y en segundo lugar porque cuando por fin nos enteramos de que el Teatro Olímpico era de necesidad perentoria su visita, era ya demasiado tarde, tan tarde que cuando llegamos, tras haber visto los monumentos más notables de la ciudad. Sí, vimos dos interesantes edificios en la Piazza Chiericati, pero, las cosas de la vida, preferimos seguir adelante, seguir conociendo la ciudad, hasta llegar finalmente, por un agradable dédalo de calles, hasta la Piazza dei Signori, la cual es toda una joya del gótico lombardo. En dicha plaza hay una heladería-cafetería, además bonita y con amable servicio, y su nombre es, si no me equivoco; ANTICO CAFFE SCRIGNI. Mientras degustábamos los helados sentados en una de las ventanas que dan a la bellísima piazza, el cielo se fue cubriendo de nubes, hasta el punto de que cuando salimos estaban comenzando a caer las primeras gotas. La Piazza dei Signori es de esas plazas que te dejan aturdido de tanta belleza como se puede reunir y admirar en tan limitado espacio.
De aquí, acompañados por una débil lluvia, tomamos rumbo hacia la Piazzetta Andrea Palladio. El recorrido por estas calles, por estas plazas y piazzette es verdaderamente encantador, además la lluvia realzaba aún más los tonos pastel de las fachadas, de los palacios y palacetes, de los numerosos rincones tentadores que ofrece esta città, como es el caso, en la Piazzetta Andrea Palladio, de la Pasticceria Sorarù Virgilio, una pastelería de las antiguas, más bien cara, eso sí, pero que, cuando menos, invita a que entremos para recrearnos con su decoración, sus pasteles… Un poco más adelante se encuentra il Duomo, y ese poquito más adelante que os comentaba lo hicimos gozando del soniquete de las campanas, que dan la hora con alguna conocida melodía clásica. Verdaderamente musicalidad como las campanas de Italia no lo hemos encontrado en ningún otro sitio. Su sonido no es estridente, no molesta ni lo pretende, es dulce, es melodioso e invita a que te sientes en un banco o te pares, mientras observas algún bello edificio, para disfrutar plácidamente de este regalo para los oídos.
Il Duomo es un bello ejemplo del gótico tardío lombardo, si bien no es, sin lugar a dudas, el edificio más destacado de Vicenza, para mi gusto es más interesante el interior que el exterior. Por otra parte el estado del tiempo nos invitó a contemplar con más detenimiento el interior del templo. Su interior presenta ese juego de policromías en la piedra tan característico de la transición del gótico al renacimiento del norte de Italia.
Desde aquí volvimos al lugar donde teníamos aparcado el coche, disfrutando de la belleza de la Via Andrea Palladio y sus numerosos soportales, que nos fueron dando cobijo, a lo largo del camino, de la lluvia que ya no dejaba de caer cada vez con más fuerza. Me marcho de Vicenza con la sensación de no haber disfrutado ni un 30% de las bellezas que ofrece esta ciudad. Cuando más adelante, ya con más tranquilidad pero muy lejos de ella, he ido comprobando cuántas cosas nos quedamos sin ver, de cuántas sin poder disfrutarlas, esa sensación se convierte en tristeza.

Nuestro último destino para el domingo 17 fue Sirmione, la cual se encuentra a poco más de una hora de Vicenza. Aquí llegamos en el crepúsculo del día, como tampoco íbamos bien informados dejamos el coche en el comienzo de la península, en el barrio de Colombare, y para llegar a la ciudad vieja de Sirmione nos tuvimos que pegar una buena caminata, que no es desagradable ni mucho menos, porque por el camino puedes ir alternando entre pasear junto al lago, donde disfrutas de una hermosa vista, si bien por lo avanzado del día apenas si se veía algo, o bien caminar por la larga avenida de acceso al castillo. La entrada a la ciudad vieja es impresionante, a través de una de las puertas del Castello, pero no sólo por ello sino también por la cantidad de coches que se encuentran aparcados junto a las paredes del mismo. Es el punto negro de Sirmione, aunque nosotros también formáramos parte de esa muchedumbre, la ingente cantidad de turistas que encuentras por todas partes. Pretender hacer una foto dentro de la ciudad vieja, sin que en el enfoque aparezcan más de tres o cuatro personas, creo que es tarea absolutamente imposible. Por otra parte, además de la enorme cantidad de visitantes, están las numerosísimas tiendas de recuerdos y restaurantes para turistas que pueblan todas y cada una de las calles, lo cual tampoco resulta agradable. Dejando a un lado todos estos inconvenientes, tras asimilar con el mejor humor posible todo ello y llegando a imaginar esta Villa del Garda sin tanta gente, Sirmione sería un lugar que merecería la pena visitar. Ahora que lo pienso, una vez que han transcurrido tantas semanas de aquello, habría sido mejor dedicarle más tiempo a Ferrara o a Vicenza, que te ofrecen lecciones de arte más placenteras, más instructivas, sin tanta adulteración como la Villa del Garda.

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