viernes, 17 de octubre de 2008

DE RUTA POR EL NORTE DE ITALIA


Capítulo XII


Viernes 15 de agosto

Lago Maggiore e Milano.


Tocaba regresar por unas carreteras ahora nada seguras por la intensa lluvia y la escasa luminosidad natural, eso a pesar de ser tan sólo las cinco de la tarde. Con la debida precaución y deseos de llegar enlazamos con la autopista, para encontrarnos con la satisfacción, pocos kilómetros después, de que la lluvia cesara de caer, gracias a lo cual decidimos, muy acertadamente, detenernos en Milán.
En todas y cada una de las guías habidas y por haber te recomiendan que, a no ser que la necesidad obligue, no entres a Milano en coche. Pues bien, puede prometer y prometo que para nosotros la entrada y desplazamiento en coche por las avenidas y calles de Milán fue todo un placer. Tuvimos la fortuna, sin pretenderlo, de elegir la tarde del 15 de agosto como el momento para visitar la capital lombarda, con lo cual al ser festivo, y festivo de los muy respetados por estas tierras de la península itálica, la intensidad del tráfico era prácticamente nula. Como no nos bastó el cómodo desplazamiento por Milán, encontramos aparcamiento a escasos minutos andando del Duomo, en concreto en la Via Santa Maria Porta. ¡Avanti, cierre de puertas y a conocer Milán que lo teníamos al alcance de nuestras manos!

Qué puedo decir del Duomo que no hayáis leído, visto, escuchado o estudiado. Sin duda es una de esas sublimes maravillas del genio universal por las que te sientes orgulloso de pertenecer a la especie humana. En la bella Piazza del Duomo vimos por primera vez lo que hasta el momento sólo había sido visto a través de los informativos; la presencia de militares en la plaza y junto al Duomo, absolutamente equipados pero en actitud muy relajada los militares aguantaban con buen humor las risas, miradas y fotografías de los que iban pasando por delante de ellos. Más bien daba la impresión de que fueran una atracción turística añadida, en vez de profesionales obligados a permanecer allí para mayor seguridad de los visitantes. Fuera para lo uno o para lo otro o para ambas cosas a la vez, ciertamente desentonaban un poco esos señores entre tanto turista. También es verdad, todo hay que decirlo, que la sensación de inseguridad o recelo en distintas zonas de la plaza es bastante latente, hasta el punto de que estás deseando terminar de hacer la foto de rigor para acercarte lo más posible a dichos profesionales, esa sensación de malestar viene producida por los grupos de inmigrantes que pululan de aquí para allá sin saber muy para qué, porque a decir verdad, excepto dos o tres, los demás no están vendiendo ningún tipo de mercancía y, desde luego, tampoco están haciendo turismo. Yo, por si las moscas, doy aquí noticia de este hecho.

Y bien, tocaba acceder al monumental Duomo. La primera emoción que os pueda transmitir es la de quedarte pasmado, boquiabierto ante la marejada de arte que te arrolla, que te invade a cada paso que des, ya miras hacia arriba, ya mires hacia abajo. Sí, porque el suntuoso pavimento de esta inmensa Catedral no tiene nada que envidiar a lo que se nos ofrece arqueando el cuello, de las vidrieras mejor no hablar, porque ellas solas darían para un solo capítulo. Y por si todo esto no fuera poco, además cuando entramos nosotros estaban oficiando un sacramento especial con motivo de la festividad de la Ascensión y entre sermón y sermón el sonido arrebatador del órgano ¡qué pasada! Tras el baño de arte volvimos hacia la Piazza para secarnos un poco al sol del atardecer, contemplando los distintos conjuntos escultóricos que embellecen la portada de la Catedral milanesa. Y de allí, a dos pasos, la Galería Vittorio Emanuele II, la bellísima galería comercial diseñada en el siglo XIX por Giuseppe Mangoni, por ella se pasean, saturadas de perfume oriental, las mujeres de los magnates árabes, en su mayoría chicas muy jóvenes, presuntuosas, envueltas, de pies a cabeza, en sus cárceles de oro móviles, seguidas muy de cerca por fornidos guardaespaldas, mirando de aquí para allá muy seguras de sentirse dueñas del mundo. Pena da de verlas tan jóvenes, con el destino marcado absoluta y exclusivamente para satisfacer los deseos de un individuo que lo único que tiene en la vida son muchos petrodólares. En lo que a nosotros respecta, si en el Duomo gozamos del órgano, en la Galería Vittorio Emanuele fueron las teclas de un piano, tocado por una señora que ofrecía su arte a cambio de algunas monedas, verdaderamente exquisito escuchar esas dulces melodías rodeados de tanta belleza. Y como la boca se nos estaba quedando más bien seca de tanto quedarnos ensimismados, decidimos tomarnos un café en el MacCafé que se encuentra situado justo en el centro de la Galería. Os lo recomiendo, por más que sea de la multinacional que ya todos conocéis, os lo recomiendo si queréis tomaros un café y algo de bollería mientras contempláis la bellísima galería sentados delante de una de las grandes ventanas de dicha cafetería, además de la cartera no tendréis que abusar mucho, porque la verdad es que resulta poco creíble lo que pagas por el café y la bollería teniendo en cuenta el lugar donde te encuentras. De allí nos dirigimos hacia la Piazza della Scala que, como su nombre indica, es la plaza donde se encuentra el famosísimo Teatro della Scala de Milán, también en ella se da sita un bello monumento en honor de Leonardo da Vinci, que residiera algunos años por estas tierras. Ferragosto, la Ascenzione y casi las nueve de la noche, resultado; el Teatro della Scala sólo desde el exterior, otra vez será. De allí tomamos dirección hacia Via Dante, todas las calles adyacentes alla Scala están llenas de tiendas en las que se practica el sano ejercicio de mirar pero no tocar y, mucho menos, comprar. En sus grandes y provocadores escaparates encuentras precios de alucine; bolsos por más de 800 €, camisas más de 300€, puede que este último sea de las cantidades más bajas, en cuanto a euros se refiere, de allí para arriba hasta donde quieras llegar.
Via Dante es una amplia y bonita calle llena de restaurantes, gelaterias, librerías…, en una de ellas, la franquicia Librerie Reunite, fue donde entramos, ¡estaba abierta a las nueve y media de la noche!. Librerie Reunite es el paraíso de los amantes de los libros, como nosotros, la misma tiene una oferta muy diversa y amplia sobre muy diferentes temáticas y, además, a precios inmejorables. De allí salimos con varios kilos más de peso, en concepto de varios libros adquiridos, entre ellos un magnífico libro sobre la Cucina Italiana, para dirigirnos a continuación hacia la Piazza Castello que, como su nombre indica se encuentra justo enfrente del imponente edificio de los Sfozesco, que hubo de conformarse viéndolo desde fuera. Tocaba regresar, de vuelta por la acera contraria de Via Dante en busca de la Via Santa Maria Porta para acabar nuestro delicioso y artístico paseo por Milano, la capital de La Lombardía.

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