domingo, 28 de septiembre de 2008

DE RUTA POR EL NORTE DE ITALIA



Capítulo VI


Miércoles 13 de agosto de 2008. La Serenissima.

Este día lo dedicamos para acercarnos a conocer, como el título indica, alla Serenissima, Venezia. Desde Bérgamo, por autostrada, en poco más de dos horas se llega a Mestre, el lugar más idóneo para llegar en coche a Venezia. Mestre es la localidad perteneciente al Comune de Venezia situada en tierra firme, unida a la isla de Venezia por un istmo por el que circulan coches, autobuses y trenes. Es interesante señalar que existe un proyecto para separar Mestre de Venezia, creando dos ayuntamientos distintos, más en los cuatro referéndums populares celebrados en los años 1979, 1989, 1994 y 2003, los ciudadanos se han expresado en contra de la separación.
Siguiendo las recomendaciones de la guía que llevábamos sobre el norte de Italia, dejamos el coche en el Viale San Marco. La Viale San Marco es la columna vertebral de una agradable zona residencial a las afueras de la localidad, que cuenta con los más esenciales comercios, carriles bicis, zonas de paseo y recreo, así como con varias paradas del bus interurbano que en pocos minutos te llevará a la Piazzale Roma, la gran plaza de Venezia de donde parten y llegan todas las líneas de autobuses. No quiero terminar este apartado, sin recordar y agradecer con todo nuestro más sincero cariño, a la persona que nos ayudó con la más honorable generosidad a dar los pasos necesarios para tomar el bus que nos llevó hasta la mencionada Piazzale de la Serenissima. Una persona, un hombre de los que el mundo debería estar lleno a rebosar. El cual nos acompañó durante muchos metros hasta la fermata donde debíamos tomar el bus, nos indicó la línea, horas de comienzo y fin de la misma y todos los detalles que nos podrían servir de ayuda para una mejor estancia y visita a la Serenissima, entre ellos nos indicó también el lugar más apto para aparcar el coche sin peligro de que nos echaran una multa por aparcamiento indebido o de otros percances indeseados. Desde aquí le dedicó este pequeño pero sentido homenaje. GRAZIE TANTE CARO AMICO!

Como os decía tomamos el bus y en poco más de 10 minutos estábamos ya en Venezia, más concretamente en la Piazzale Roma, plaza abarrotadísima de gentío y de autobuses despidiendo su pestilente humareda, todo lo cual crea un ambiente de áspero bochorno del que mejor escapar cuanto antes, como así hicimos, pero no para adentrarnos en la Città sino para dedicar más de media hora a mirar, remirar y comprar algunos recuerdos en uno de los numerosos puestos que rodean la susodicha Piazza. Todo hay que decirlo, a pesar del temor que provoca la idea de comprar recuerdos en esta ciudad, si se tiene buen ojo, no de turista sino de viajero, se pueden encontrar artículos muy bonitos, originales y a muy buen precio. Ya con las manos cargadas de bolsas comenzamos nuestro recorrido por Venezia, no sin antes recobrar fuerzas sentados en un banco de madera junto a uno de los primeros canales que se encuentran tras dejar atrás Piazzale Roma. ¿Qué puedo decir yo aquí sobre la Serenissima que no se haya dicho ya?, poco más puedo decir, pero al menos me queda el derecho y la oportunidad de expresar también mi opinión al haber sido uno más de los millones de visitantes que recibe esta ciudad. Creo que no se puede llegar a Venezia esperando encontrar una ciudad como otra cualquiera. Venezia es absolutamente distinta a la idea que podamos tener preconcebida de una ciudad. Para empezar en Venezia no hay coches, lo cual es muy de agradecer. Venezia es fotogénica la mires por donde la mires, si bien hay numerosos rincones que están decididamente abandonados, hasta el punto que no pocas veces molesta ese grado de dejadez. Desconchones monumentales, pintadas colosales, graffitis sumamente desafortunados, sin el más mínimo interés artístico, calles sucias, y sobre todo miles y miles de turistas por doquier, allá por donde mires, a veces hasta la extenuación, como así le sucedió a nuestro hijo en el mercado vicino al Ponte di Rialto, donde se unieron la masa ingente de turistas al sofocante calor. En el Ponte di Rialto deberían de poner una máquina para coger el turno, es broma, pues allí resulta tarea muy ardua acercarse a la hermosa balaustrada no ya para hacer una foto, sino al menos para poder disfrutar por unos minutos de la esplendida estampa sobre el Gran Canal. En todo caso, dejando a un lado todos estos inconvenientes y tremendo estado de abandono, a Venezia hay que mirarla con otros ojos, con los ojos respetuosos hacia su esplendida historia, hacia sus años, décadas, siglos de riqueza cultural y monumental, con los ojos llenos de admiración por ver que a pesar de la situación geográfica en la que se encuentra aún siga ahí, esperándonos para que le hagamos una foto o para que nos quedemos boquiabiertos viendo pasar una góndola bajo uno de sus hermosos puentes. Hay que mirarla con ojos de enamorado, con esos ojos que prefieren quedarse con lo hermoso del ser querido y dejar a un lado lo que de feo pueda tener. Si para ver y visitar la Serenissima no haces este esfuerzo mental y visual tal vez la abandones sumamente decepcionado, con lo cual habrías perdido la oportunidad de vivir una de las emociones más inolvidables de vuestra vida viajera.

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