Un kilo de
tomates, un pimiento rojo, un pepino, a Julio César a mi mesa lo quiero
invitar. ¿Qué tal está? Me dijo. Muy bien, gracias majestá. De majestá ná, así
me respondió. Divino Julio, cada cual en su lugar. No se me enoje divino, no
era mi intención molestar.
En el Mentidero cuentan
las malas lenguas que han visto por el Parque Genovés a Chano Lobato y a Livia,
la esposa de Augusto, de la manita los dos. Al parecer en La Caleta Chano le
cantó unas Alegrías de Gades y ella se quedó tan a gusto. Y estoy pensando que
a los dos me gustaría invitar. Con mi rastreador de personajes los voy a
buscar.
Un diente de
ajo, un trozo de cebolla, un limón sin piel ni pepitas o vinagre. Adelante
Nerón, no me tenga más malaje. Cuidadín con el hornillo que se chamusca la
toga, no vaya a decirme después que fueron los cristianos quienes se la
quemaron. Pase, pase, y deje a un lado la lira, que me espanta al ruiseñor. ¿Le
molesta acaso mi dulce timbre de voz? Así me espetó. No por favor, pero tengo
al Beni de Cádiz ensayando un tanguillo aquí al lado, en el salón. El Beni de
Cádiz, ¿por qué no me lo ha dicho antes? Deje, deje, que ya me presento yo.
Un pellizco de
sal, dos chorreoncitos de aceite y agua al gusto. Y ahora nos avisan de la
presencia del Divino Augusto. ¡Cuánto divino señor! Habré de encargar medio
docena de tocinillos de cielo. Chano y Livia me han confirmado la asistencia,
aquí se descubre el marrón. Y menuíta es Livia, que coge el veneno y la arma
del tirón.
Mire por dónde
va mi muy estimado Claudio, que me pega el empujón, y tengo el gazpacho listo y
dispuesto para su refrigeración. Aquí lo tiene, pruébelo. No habré de probarlo
yo. Llamaré a mi esclavo probador. ¡Cómo son estos romanos! Anda deje.
¡Rufinooooo! ¡¡Ven un momentito y prueba este gazpacho, por favor!! ¡¡Que está
caprichoso el emperador!!
Manolo Caracol y
Publio Cornelio Escipión ya tararean la nueva canción, la letrilla mola
mogollón. La cantan los niños por las esquinas, la cantan los viejos en las
plazuelas, la canta la parejita cuando les llega el calentón. La compuso
Cicerón y El Pali por sevillanas la cantó.
(Compases de sevillanas) Hispalis tuvo una
niña y le pusieron Itálica, y le pusieron Itálica, Hispalis tuvo una niña, y le
pusieron Itálica, Hispalis tuvo una niña y le pusieron Itálica. Y le pusieron
Itálica. La bautizaron en el Betis los gitanos de la Cava. La bautizaron en el
Betis los gitanos de la Cava. Vaya un bautizo con arte. Muchas carpas en adobo, mucho vino y alegría y allí
aprendieron los íberos el baile por bulerías.
Andan
revolucionando el jardín Trajano y su amigo El Peregil. Se bambolean y van
recitando poemas de Leandro Fernández de Moratín.
Por allá se
acerca Octavio Augusto. ¡Corra a esconderse Livia Drusila, que no quiero
escándalos en mi casa! Yo no me escondo de nadie, y menos de ese pánfilo. Facilítame
un buen racimo de higos y ya verás que pronto lo soluciono yo. ¡No divina, no,
no me sea drástica se lo suplico! que después aparecen los de la prensa y no
vea cómo le dan al pico.
Por el Foro Julio
se aprecia la llegada de una cabalgata de rufianes. Les tiran papelillos los
chiquillos a su paso. En ellos van las suplicas de sus progenitores, que no
encuentran trabajo ni en las calendas ni en los idus, ni en Lupercales ni en
Saturnales. Con bordado rojo van los políticos hispanos, al lado de ellos, con
bonetes verdes, los lusitanos. Prolongan el cortejo griegos, galos, italianos,
británicos y de otras tantas nacionalidades. Con la sombrilla en alto,
señalándoles el camino, una señora teutona que dice llamarse Angela Merkel.
Quiera Júpiter que no se apunten a cenar, estos no tienen escrúpulos, lo mismo
les da, pero yo no tengo pan para tanto chorizo.
La cena ya
terminó. Marca el reloj la prima vigilia pero cómo aprieta la calor. Por el
Campo del Sur transitamos canturreando esta chirigota de fantoches. Caminito
del Puerto Fenicio vamos, para tomarnos este rico gazpachito que tuvo a bien
prepararnos Apicio, maestro culinario de Roma y su emperador.
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