martes, 4 de marzo de 2014

En el arranque del Carnaval

En el arranque del Carnaval, con viento, frío y aforo completo, se multiplican las botellas, que superan en afluencia a los disfraces, papelillos, serpentinas y cualquier otro aditamento propio de los carnavales. Y por retrete cualquier esquina, casapuerta, escalón o uno de tantos bienes patrimoniales deshonrados por las garras corrosivas del macrobotellón. Para saquear lo poco que nos queda mejor que no vengan.
Por Cánovas del Castillo una banda de samuráis nos va metiendo en ambiente. Los gobierna una geisha oronda y lasciva y con su ristra de cuplés el frío se escabulle por el camino antiguo de Astilleros, como quien dice hacia el Lejano Oriente. Barrié dirección Plaza de las Flores, de las calles que se lanzan directas al Palillero bajan afluentes de orines, no llegan coplas, no llegan, el griterío pestilente de la borrachera sin arte las espanta a todas ellas.
Primer domingo de Carnaval; viento, frío y aforo completo ¡cuánta gente por todas partes! Pero las coplas, la risa y la marabunta del Carnaval en la calle atenúan esas otras cosas que mejor las dejamos en el baúl cerrado de las anécdotas innombrables. En el punto mágico donde confluyen las calles José del Toro y Cardenal Zapata unos amish calenturientos confraternizan con la numerosa feligresía reunida; ríen, cantan y juntos nos desahogamos en vituperios contra un tipo llamado presidente del desgobierno de cuyo nombre prefiero no acordarme. Tras ellos, y asimismo procedentes de yanquilandia, unas chicas con mu poca vergüenza y mucha gracia que dicen ser espías de la Cia. Domingo con marcado sabor americano, directamente de Kentucky unas candidatas a la alcaldía gaditana desgranan en la calle Cristóbal Colón, idónea ubicación, su programa electoral. No les falta gracia y desparpajo a estas mozas hermosas embutidas entre barras y estrellas. Asediando la Plaza de Abastos una multitud inmensa. Punto de avituallamiento; dos buenos bocadillos y unas cervezas para continuar la ruta exploratoria de chirigotas callejeras. Para no desentonar, la banda del Guatifó trae en las alforjas de sus pitos de caña aires de América, de una isla misteriosa que perdió el rumbo o de algo viene huyendo. No huyen, son cientos y vienen para quedarse, el público fiel a la cita con estos chirigoteros curtidos, y poco puedo escuchar; la niña jartible que le pide el bocadillo a la madre, la madre ¡cállate! pero ella no se calla, el gracioso que lleva ya en la mochila demasiadas cervezas, el chiquillo y sus pies doloridos que exigen billete de salida hacia otra parte, la batea que se acerca y bajando San Francisco hacia Nueva una marea de gente inundándolo todo con su contagiosa algarabía. Otro día será. Y antes de regresar a la Villa de Puerto Real unos maîtres salerosos nos sazonan el cansancio acumulado con unos cuplés que pican una jartá.
Lunes de Carnaval, idéntico disfraz; viento, frío y por careta muy buen ambiente. Pasadas las cinco de la tarde unas rocieras nos van marcando el camino para seguir disfrutando estos días de fiesta. Unas matitas de romero para encender la carcajada y a mi lado un gachón que se aguanta la recova porque de risa se mea. Ya viene, se va acercando por la calle Columela nuestro padre Jesús y la virgen María.
En el callejón de San Andrés unos huesitos con mucho ritmo y mucha gracia para olvidar la humedad que ya se cala, que ya se cala… Y debe ser que yo me estoy embebiendo porque mire por donde mire no veo más que espalda, así me ponga de puntillas o me disfrace con minifalda. Va siendo hora de partir, en casa espera la cena y la camita que mañana toca madrugar, pero antes el Palillero nos tenía reservada otra sorpresa, muy grata, la actuación de una de las mejores comparsas de este año; unos gallitos de pelea que con rabia y buen hacer cacarean sus letras para despertar a sus congéneres del gallinero que dormitan en el palo de la indolencia.
Y en mi terraza una rosa, heraldo de la primavera que se asoma.

















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