La lluvia se
resbala, desvergonzada, indeleble, como desde que comenzara Marzo. La lluvia
nos acompaña, impasible, resistente, provocando otros chaparrones que se
precipitan, aturdidos, de tus ojos. De tus ojos brotan la alegría, volcada en
avidez nerviosa, y las lágrimas que gritan para que todo siga.
Una pausa, tres
micciones, un surtidor de gasolina, dos enojos y un aviso de acudir a otra
propuesta cansina, que finalmente se termina convirtiendo en la espuela certera
para retomar el camino. Y al camino se retorna con docenas de kilómetros
añadidos y una hora de retraso. Pero el camino es hermoso por esta lluvia
dichosa. Por esta lluvia dichosa vamos circulando, pues no hay camino de
asfalto sino camino acuoso. Pero el camino es hermoso, ya te digo y repito
aunque pueda pecar de tedioso. Son bellísimas estas colinas que ven mis ojos,
infinitas tonalidades de verdes sobre un paisaje brumoso. Y cercados por tanta
agua, por arriba, por abajo, en la alfombra del vehículo y por donde quieras
mencionarlo, también de agua se llenó mi vejiga, convirtiéndose en suceso
cuando menos aparatoso. Pero el saco urinario fue comprensivo y cortés,
esperando pacientemente hasta llegar a nuestro lugar de reposo. Casa Las Dunas
en el Complejo Cueva del Gato asentado en el término municipal de Benaoján Serranía
de Ronda provincia de Málaga, cuántos datos sin apenas respirar, descansa
muchacho descansa, pero ve a miccionar, aprisa, que en los pantalones, y vienes
muy guapo, te vas a mear. Siendo así, sin manchar, quiso la casita del gato,
retomamos, ser nuestro lugar de asueto en estos días de gozoso vacacionar. A mi
derecha, ahora mismito, según miro tras el cristal, advierto como una linda
mariposa de níveo atavío sobre el follaje de mi jardín se ha venido a posar.
Otra pausa, no para observar ni tampoco para relatar, que no todo va a ser
contar y contar, pero esta en mi casa, ahora, que de tanto y tanto nombrar otra
vez me vinieron las ganas de orinar. One moment please! All right? Ohhhh, qué alivio! ¡Oye, te faltó
un signo de exclamación! Excuse me! ¡Ohhhh, qué alivio! Ya te vale.
Y en este tomar
y retomar continuamos hasta llegar a Benaoján. Por la calzada curvas y más
curvas pero los precipicios quedaron atrás, esquivados, sorteados, gracias a
las expertas recomendaciones de unos buenos amigos. Además de lo ya dicho, me
siento turbado, emocionado, aunque no lo aparente, por las montañas que nos
envuelven. Es un delirio de naturaleza plena el que me detiene. Me emplazan
esas nubes que las cimas ciñen y yo marcho a observarlas, fiel y obediente.
Atenta a nuestras miradas la cueva que da nombre al lugar que nos cobijará. Y a
sus pies una vía férrea con un encanto singular.
Va siendo hora
de yantar y hacia el pueblo nos encaminamos para ver qué podemos hallar.
Internet y los amigos nos asesoran y por ello nuestros pasos caminan por
senderos cómodos de transitar. A pocos kilómetros la Estación
Montejaque-Benaoján, o viceversa según la quieras llamar, coqueta como pocas
van quedando en esta marabunta de diseños prefabricados. Dadivosos menús a
precios módicos ¿Es filete de pollo o es de mamut rescatado? Tres cuartas
partes y mitad del filete para el padre que el niño está gracioso. Y el padre,
que a su vez le ha llegado media ganadería vacuna al plato, acaba engollipado.
Es lo que tienen estos lugares, que te ven con cara de hambre y piensan; dale,
dale, échale, come hasta empacharte hombre. Y el hombre necesita respirar para
seguir adelante. Y el hombre necesita caminar para que el asunto fluya. Y para
que el asunto fluya los viajantes se dirigen a un hito que indica el comienzo
de un sendero por el que el agua fluye, que lo uno traerá lo otro. Y el sendero
también viene a llamarse de la Cueva del Gato, curioso esto del gato, las
correrías que no organizaría por estos parajes.
Y el río
Guadiaro, al poco de nacer, se hizo mayor y bravo. Aguerridos saltos y cascadas
de aguas de opacidad sospechosa acompañan nuestros pasos. Por su perfil
tortuoso una riada de árboles de porte garboso. Algunos verdecidos otros de
brotar tardío. A tu lado serpenteamos por esta vereda que nos invita a
conversar sobre poetas amados. Unos corredores caminantes nos saludan, yo
quisiera ir con ellos, esperadme, no conozco estos caminos. Jadean las nubes,
extenuadas, tal es la cantidad de agua que acopian, y a holgar se van sobre las
altas cumbres. Yo también quisiera ir con ellas, pues de motu proprio hasta
allá no treparía. Hasta allá no treparía pero hasta allá me llevan mis ensueños
locos. Gavilán una vez más para sobrevolar estas tierras rebosantes de beldad.
De verdad te lo digo, puedo parecer exagerado, pero mi Andalucía paisano es
paraíso cercano.
Acusan las
encinas elevada densidad de población. El musgo y sus variados acólitos las han
elegido para acampar. El caserío allá al fondo tras una bajada espectacular. Y
ante nosotros un simulacro de baluarte con el que podríamos presumir de haber
viajado a otro lugar. Pero no es otro lugar, no, que se llama Andalucía, como
ya dije, y aquí hay cabida para estas singularidades y muchas más. Inmediata a
un desahuciado cortijo una familia de álamos sobre el río se quiere desplomar.
En la orilla opuesta la tupida encina los quiso imitar. No tengo caramelos para
vosotros, responde el río, los reyes magos quedaron atrás. ¿No quedamos en que
eran andaluces? sí, pero al próximo año habréis de esperar. Cómo florecen las
encinas, experto naturalista, mi hijo me lo vino a explicar. Otra encina de
tronco crespo ante nuestras asombradas miradas parece danzar. En modo flor y
zoom cercano retrato un liquen de vello erguido y al comprobar el resultado
dudo si he retratado otro entorno, otro lugar. Mas no es otro lugar ¡qué
pesado! es Andalucía, paisano, paraíso cercano. Junto al ya cercano repecho han
esparcido florecillas lilas entre los helechos. A continuación otra bajada y la
serranía, que es tímida, se escabulle entre las brumas. Una roca megalítica en
el anfiteatro de un barranco se presenta a modo de asiento, ¡yo ahí no me
siento! Dorado se torna a su lado el cañaveral. Y ahora el muchacho se quiere
llevar una caña para pescar. Una cancela roja, un candado, una escalera cegada
por musgos y líquenes, una casa embrujada, ¿porqué no? todo parece indicarlo.
Indícame cómo superar este arroyo que la escorrentía ha formado. No te apures,
dame la mano, mi perra saltarina te lo indicará. Un, dos, tres, allá vamos. Un
metro y medio, poco más, pero con el zoom cercano un gran salto de agua te
parecerá. Paseas bien linda, tu melena mimada por la brisa, con tus botas de
agua y tu lindo paraguas, tanto que una damisela romántica podrías aparentar. Retrocedamos,
la bruma se ha levantado y el averno en nubes se quiso transformar. Forman
oscuros remolinos estas aguas, ¡no te acerques al barranco!, ¡yo quiero mirar!,
¡que no te acerques te digo! Fluyen feroces, ¡déjalas! ya fluyeron mis reflujos
tras el copioso yantar.
Un
impacto de flores
atraviesa
mi alma.
Un
salpicón de olores
para
ti mi amada.
Vienen
ríos, manantiales,
de
agua Ronda cuajada,
alfaida,
baños árabes,
Ronda
altiva encalada.
Lleguen
cuestas y puentes,
Ronda
ciudad soñada.
Se
yergue en oropeles
la
Ronda engalanada.
Atajo
de escalones,
la
mora se bañaba.
Riscos,
lomas, cañones,
la
cascada preñada.
Busqué
ricos pasteles
y en
Ronda no encontré.
Ronda
de miradores,
Grazalema,
los hallé,
orondos,
crema y placer.
Masita
de chorizo, Bodega San Francisco,
Ruedo
Alameda, palmeras, Puerta de Almocábar,
buscando
voy el Minarete de San Sebastián.
Cerrado,
fastidio, el Convento de Santa Isabel,
hacia
el norte, vigía, Puente árabe o de San Miguel,
Armiñán,
truena, calle Carmen, al fin te encontré,
ajimez,
alminar, alamud, de San Sebastián,
sigiloso,
un gato, como si no fuera con él,
a
Chefchaouen, estás loco, bufa, me quiere llevar,
alucinación,
golpe, pesadilla, desperté.
Alminar,
bello escondido,
por
el tiempo sumergido
en
la historia del olvido.
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