Casimiro,
otorrino y amigo
Casimiro,
otorrino
y amigo,
yo
quisiera
tener
los arrojos
necesarios
para
irme contigo.
En
honor a ti,
otorrino
y amigo,
yo
me haré beduino.
Indagaste
la hosca caverna
de
mi tímpano
y
hallaste la guarida
del
caracol,
y
el eco te respondió,
pero
al poco se apagó
y
rastrero regresó
a
la gruta del silencio.
Inquiriste
los sigilos
de
mi equilibrio,
obstinado,
con denuedo,
para
hallar el camino
más
suave, más recto.
Y
con igual tenacidad
determinaste
que
no había otro camino;
el
implante coclear.
Y
por ello apostaste
y
contigo,
otorrino
y amigo,
indeciso,
eché a andar.
Casimiro,
otorrino
y amigo,
aquí
estoy
para
darte este abrazo,
ya
ves hoy,
de
resulta de tu esfuerzo,
aquí
estoy, ¡gracias! te oigo.
Te
oigo, te aprecio, te leo,
leo
de ti y de tus arrestos
para
salvar a otros,
entre
arenas y vientos,
relegados
por todos.
Te
oigo, te aprecio, te digo
que
bien mereces
no
sólo este
humilde
agradecimiento,
que
bien mereces
los
más afables elogios.
Pero
que sean los elogios
transparentes,
sinceros,
que
las aves de rapiña
sólo
buscan la carnaza
para
verse dadivosos.
Que
vengan los elogios
de
estos que como nosotros
hallamos
en ti la esperanza,
la
amistad, la franqueza
y
esa forma tan particular
de
hacer y decir las cosas.
Desde
Puerto Real
a
la calle Palacios
vaya
para ti este abrazo.
© Rafael Arauz González. 2013
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