jueves, 7 de marzo de 2013

Patrocinio de Biedma. Capítulo III


CAPÍTULO III
Tristeza, soledad y primera visita a Cádiz


Cruelmente azotada por la vida, que le hurtó a sus tres hijos a edades tempranas, sin tiempo siquiera para demostrarles todo el amor que como madre la henchía, Patrocinio nos deja estas palabras en las que expresa su inmensa agonía; he visto crecer uno a uno todos los ídolos de mi corazón, he visto a la muerte helar la sangre del que era mi alma y mi vida, y por el que hubiera dado toda mi sangre, toda mi vida, he apurado la más grande las agonías, la agonía del dolor, el vaso en que se encierra el alma que ha sufrido tanto, se ha quebrantado al fin, estoy quizás herida de muerte, nada espero, nada anhelo, nada deseo.
Sin hijos y sin marido y con apenas veintiocho años de edad, el infausto destino le señaló el camino de su lesionada existencia. Solitaria y dolorida busca en la poesía el refugio a su soledad y dolor, e impelida por ella halló la senda que haría vibrar con nueva luz su castigado corazón.

Ya sólo tengo mi sencilla lira,
y pues la vida lenta se evapora
como el aire fugaz que se respira,
olvidaré en su música sonora
y cantaré en sus ecos la agonía
de un corazón que desgarrado llora
y busca un lenitivo en la poesía.

Presa de la desolación, la poesía le habló alto y claro sobre cuál habría de ser la nueva etapa de su camino, que no era otra que abandonar el pueblo que la vio nacer. Rodeada de tristes recuerdos, su tierra natal la consumiría, minándole su corazón y su alma. Comprendió que en Begíjar sería incapaz de influir y hacer realidad todas sus inquietudes, allí quedaría olvidada, ignorada, relegada. Sentía pena y se indignaba por la pobreza de la educación que recibían las jóvenes de su pueblo, y así nos lo hace ver en una de sus muchas confesiones vitales: están ignorantes de los sucesos presentes y pasados, ajenas a las conquistas de las ciencias como a los triunfos de las artes, lejos de todo lo que constituye el movimiento intelectual, parece que viven en otro mundo. No es culpa suya puesto que no se les enseña. Aisladas como están, no es fácil conseguir ese desenvolvimiento de sus facultades intelectuales que tanto bien les haría, a menos que ellas mismas procuren ilustrarse, comprendiendo las ventajas que han de resultarle de ello, si su posición social se lo permite. Sin embargo la mayoría de las mujeres del pueblo vivirán aún largo tiempo sumidas en la dolorosa esclavitud de la ignorancia, mártires de todos los fanatismos e incapaces de redimirse de ellos. Y guiada por esta firme determinación fue que recaló en Cádiz, el Cádiz de finales del XIX, algo más triste, decadente y pobre pero que aún mantenía vivas algunas de sus glorias pasadas. Y entre ellas su carácter cosmopolita y culto. De esta manera, y espoleada por su amiga Prudencia G. San Román, que la invita a su casa, llega a Cádiz por primera vez en la primavera de 1875. La primera impresión que recibe de la ciudad no puede ser más grata; he quedado fascinada por el clima, la belleza, cultura, hospitalidad, agudeza y cortesía del pueblo gaditano, además, el mar ha sido siempre para mí un objeto de admiración, más aún, de atracción. Y así lo expresa también en el poema “Un recuerdo a Cádiz”

Quién pudiese volver bajo tu cielo,
cruzar de nuevo tus tendidos mares
y admirando tus glorias con anhelo
poderlas ensalzar en mis cantares.
Decirte, Cádiz, que en el pecho mío
se anida tu recuerdo con delicia
y tu imagen, en dulce desvarío,
hasta en mi breve sueño me acaricia.
Que nunca mi ardorosa fantasía
vio con tan limpio azul brillar el cielo,
y nunca halló la celestial poesía
que se desprende de tu hermoso suelo.
Yo no puedo cantar, Cádiz, tu gloria,
ni tu belleza que entusiasta admiro
mas vive tu recuerdo en mi memoria
y amorosa te mando este suspiro.
Yo no puedo olvidar que en ti me ofrecen
cariño puro y amistad sincera
y esos dulces recuerdos se aparecen
como la luz de la ilusión primera.
Que hermana tus poetas me llamaron
escuchando del alma el sentimiento
y el álbum perfumado me dejaron
con las brillantes flores del talento.
Yo no puedo olvidar que hallé en tu seno
una amiga sencilla y cariñosa,
su amor conserva el corazón sereno
cual su perfume la galana rosa.


No hay comentarios: