Guagancó de palabras al sol
Capri, con olor a pasado, seudónimo
hotel,
que trece años no es nada,
y para allá nos fuimos en nuestra
luna de miel,
¡qué volá!, y yo retornaría gustoso
otra vez.
La Habana, guapa, toda desde la
ventana,
y en el Malecón dos sombras
licuadas y un vaivén.
Un mulato joven te pide, ahí es
nada,
bailotear con él, ¡mi amol! la
saeta de Joan Manuel.
Ruina, cochambre, perro sarnoso,
perfume a hiel,
ayer un son, tremendo culo salsero
afro y miel,
las europeas babean tendidas sobre la
arena
cuando por la orilla pasea sabroso el
chico aquél.
Ron con melaza y langosta ¡es pura
candela!
asere, ese precio no lo volverás a
ver.
En el espigón pescador de famélica
tez
desahogando está pesares y sueños
mientras
se acuerda de la casta, vivos,
muertos, de Fidel.
A Shangó en Cienfuegos se la sacude
Isabel,
y desde un banco Afrodita me
muestra su bollo,
y yo, ¡por Zeus! ¡qué coño! se
sobreentiende, también.
Sudor húmedo y caliente recorriendo
tu piel,
por Trinidad un rumor de palmas y
timbales,
dos músicos tocan tendidos sobre la
pared.
Cavernosa voz, ¿adónde me pretendes
llevar?
Lourdes nos guía con sus largas
uñas de mujer
araña risas, suspiros, nos invita a
volver.
Arena blanca y una cabaña junto al
Caribe,
simiente nívea y la luna plena nos
viene a ver.
Orquídeas en la cama, de tus besos
tengo sed.
Son límpidas estas aguas, todo lo
dejan ver,
hasta la tángana callada que tiene
empalmada
el mancebo mulato y la anciana y
blanca mujer.
La malanga jugosa verdea junto a la
pared,
y por la calzada cruzan cangrejos a
tropel.
Un muchacho sonriente lleva
descalzo sus pies,
adiós con melindres y tú desde la
ventana
le lanzas doliente la gorra tan deseada
a él.
Comida cubana y cansina trova
entonada,
repetida mil veces para el
Comandante Ché.
Un mercadillo, dos enseres, una
llamada,
¡España! ¿tú quieres encontrar
auténticas PPG?
vengan, no teman que yo les indico,
síganme.
Diluvio tropical, tú, yo, desde la
ventana
lo contemplamos, y al sentir tu cuerpo
me entró sed.
Silencio, los chubascos callen y el
viento también,
a lo lejos la voz profunda de
Ibrahim Ferrer.
¿Será fresa y chocolate o de
vainilla y nata?
Coppelia, dos helados, tremenda
cola también.
¡Turistas, dólares, no esperen, caminen,
pasen!
¡Qué Viva la Revolución, sí, anda
qué bien!
Burlón, paladar, socavón, maricón,
¡oiga usted!
Me engañaste ¡so mamón! sin ofender
¡por favor!
Gracias a mí vieron lo que muy pocos
pueden ver.
Cocodrilo, sabrosón, los tamarindos
en flor,
trovador cubano, profesor, ¡tócala
otra vez!
La Habana decrépita desde la
ventana,
y en el Malecón dos sombras fundidas
y un vaivén.
Vaya jodienda tú montaste barbudo
Fidel,
¡maldito seas, malditos yanquis y
los cobardes
que tienen a Cuba sumergida en
condena cruel!
Pedro Juan con tu prosa fogosa, desbocada,
insinuante, pródiga, me trasladaste
otra vez
a esa Cuba por mí nunca jamás
olvidada,
guagancó de palabras al sol, el
placer de leer.
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