Lo descubrí
entre las páginas de una Historia de Sevilla. La crónica me pareció curiosa y
un tanto truculenta y comencé a indagar un poco más sobre su vida y su obra. Era
perito industrial y nació un 31 de julio de 1914 en la localidad extremeña de
Valle de la Serena, aunque vivió buena parte de su vida en Sevilla, donde murió
olvidado por casi todos. Se llamaba Arturo Rufino Estévez Varela y tuvo la mala
suerte de vivir en un país y en una época nada proclives al desarrollo
benefactor del intelecto humano, aunque tal vez, de haber vivido ahora, hubiera
corrido la misma suerte.
¿Y quién era
Arturo Estévez Varela? Además de perito industrial fue el inventor del motor de
agua, o al menos esas eran sus sanas intenciones cuando así fue presentando su
invento, exitosamente, por numerosas exhibiciones, programas televisivos,
entrevistas, conferencias…, de la España de finales de los sesenta. En diversos
certámenes internacionales llegó a conseguir dos medallas de plata. Una por un
'purificador de gases contaminantes' y otra por su 'Sistema para la recuperación
de helicópteros en caso de avería' por el que, al parecer, se interesó la
NASA, hasta que se tropezó con el muro infranqueable, inhóspito y rancio de los
hombres de ciencia afines al dictador
Francisco Franco.
El caudillo, por
obra y gracia de dios, recelaba de todo lo que aparecía en la prensa no afecta
a sus ideas, así que hizo llamar a su comité de sabios para que discernieran
las posibles ventajas y mercedes del invento del extremeño. ¿Y qué dirimieron? Pues
que el invento del Sr. Estévez Varela no era más que pura superchería, uno más
de los infinitos intentos por lograr el movimiento continuo o hallar la piedra
filosofal. Nada que ver con los buenos augurios que recibía el proyecto de Estévez
Varela entre muchos de sus coetáneos, entre ellos numerosos científicos allende
nuestras fronteras, que lo observaban como una posibilidad de acabar con la
dependencia de los combustibles derivados del petróleo. Para el dictador los
impuestos derivados del petróleo ofrecían a las arcas del régimen suculentas y
cómodas ganancias de las cuales no estaba dispuesto a desprenderse, si bien esto
nos sonará también como muy cercano. Y con este pronunciamiento excelente de los Ingenieros Industriales
del régimen, Franco fusiló el proyecto del extremeño y con él su vida y su
carrera, pues desde entonces poco o nada más se supo de él.
Hasta que hace
unos años la Universidad de Minnesota y el Instituto de Ciencia Weizmann, en
Israel, según la revista NewScientist,
a la búsqueda de energías alternativas, recuperasen el proyecto de Estévez
Varela.
Mientras que en
el país que le vio nacer, la derecha más rancia, heredera de la podredumbre de
tiempos pasados, se obceca, una vez más, en esa enfermedad que tanto les
caracteriza, por los siglos de los siglos, de mantener a este país y sus
ciudadanos a la zaga de otros países de nuestro entorno en lo que a Educación,
Cultura e Investigación se refiere. Es la dictadura de los necios o el arte
zafio que les persigue y con el que apagan
la voz y el aliento de los que pretendieron y pretenden aportar luz y bienes al
conjunto de nuestra sociedad.
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