jueves, 12 de enero de 2012

Urbe fluvial

Urbe fluvial
Siento por ti algo muy especial, pasional pero a la vez racional, ciudad fluvial. Ciudad, río, de nombre legendario, que te viertes sobre el Atlántico, de innumerables encantos, que los vas destilando en los incontables rincones embriagadores que atesoras y vas regalando, como si de un ramillete de flores perfumadas de beldad se tratara.
Barroca, gótica, árabe y emocionalmente judía en ese barrio que se abre al mundo como un coqueto cofre plagado de hechizo. No exagero al decirte todo esto, urbe fluvial. Arcos, callejas y plazas para encandilar los sentidos. La luna llena te sonríe, torre minarete de fabulosas ventanas repletas de fabulas, cuajadas de historias.
Postigos, candiles y fuentes. Fuentes de vida, elixir de mis sueños y fantasías. Entre tus calles soy pajarillo revoloteando libre como los efluvios orientales que perfuman tus esquinas, adoquines y miradores. Empedrado y piedra en el que caer rendido a tus pies. Me dejaré llevar por tus leyendas, ingrávido espectro buceando entre las nebulosas figuras del incienso. Al puente de formas eiffelianas me asomo, balcón de arrabal teñido de arrebatos independentistas, para enamorarme al mirarte mujer urbe galana.
Una barcaza navega y pasa, llevando consigo un delicado conjunto de platos y tazas. Hacia ella me lanzaré, me embarcaré en esta nave y una romanza te cantaré. Derrámate sobre mi taza, con pétalos de azahar, cardamomo y un poquito de miel y a sorbos te beberé.
No soy experto en estos oficios, pero si así te apetece por ti llevaré el timonel. Atracaré mi nave muy cerquita de tus pies, áurea torre, y allí regresaré, para recorrerte bien despacio, tus altares, tus mesones, tus palacios. En el que tú prefieras, mi niña hermosa, pediremos posada y mantel, para que juntos, mi reina, en este capricho de Yahvé, nos amemos otra vez. 

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