lunes, 23 de enero de 2012

Esta vida mía no es mía

Esta vida mía no es mía. Desde muy temprana edad nos pretenden domeñar. En  la escuela nos van señalando la senda que habremos de tomar. Si la abandonas, nos dicen, mal acabarás.
Aquellos que pregonan y venden la absurda rigidez moral, con sus falacias y dogmas, nos aleccionan indicándonos qué podrán mirar nuestros ojos, qué podrán palpar nuestras manos, adónde habremos de destinar nuestros besos. Y por todo ello yo los detesto.
Desorientado y un tanto alocado, sin ganas de pensar más allá de lo que sucederá mañana, la voz de la responsabilidad te invita a dilucidar la encrucijada de esa senda que un día, años ha, comenzaste a andar. Tienes ante ti la Universidad. Olvida lo que realmente te guste y elige aquello que te pueda proporcionar mejor salida laboral. Y así lo haces, y así comienzas cada mañana a labrar el futuro. Esa palabra extraña, etérea, que tanto y tanto tendrás que escuchar. Renqueante, con desgana, vas superando cursos y pruebas hasta llegar a la meta final. ¿He llegado por fin al futuro? te preguntas.
Y ahora qué, le preguntas a la voz y a todos los demás. ¿Dónde está la salida laboral? Frustrado e insatisfecho, con un título de algo que ni te apetece recordar, te encuentras, una vez más, desorientado, ahora no un tanto alocado, ahora, más bien, un tanto amargado. ¿Será que abandonaste la senda? ¿Será que se marchó el futuro del que tanto te hablaban?
Te diriges aquí y allá, derrochas mañanas y tardes, suplicas, cumplimentas, mendigas, ante voces, a menudo, mediocres, que no tienen ganas de mirarte, de escucharte, seres inanimados, hastiados.
Y una mañana te sonríe la vida. Recibes una llamada de teléfono para que acudas a una entrevista laboral. Larga y tediosa, absolutamente dispar de aquel futuro que mañana tras mañana comenzaste a labrar en la senda de la Universidad. Pero han pasado muchos años desde entonces. La angustia, la desesperanza, te impelen a que lo aceptes, como si del bien más preciado se tratara. Bienaventurados aquellos que trabajan en lo que les ha de apasionar. ¿Cuántas cansinas jornadas te repites esta frase? No deseas más que se acabe, día tras día, la jornada laboral. Escuchas, soportas, subordinado de individuos que no te llegan ni a la suela de los zapatos, babosos, que van subiendo peldaños por concurso de-méritos.
Y muchas noches, agotado mentalmente, te vas a dormir sintiendo que eres un ciudadano objeto. Usado y desechado, al socaire siempre de los que gobiernan tu vida. Este mes te recorto el sueldo. Pasado mañana acuérdate de llamar al colegio para decirles que tendrás que salir más tarde. Han decretado que habrás de laburar una hora más. Nueva subida de impuestos. ¡Joder a cuánto han puesto el gasóleo! Se acabó cenar el fin de semana. Ni hablemos de viajar. Con la ilusión que le hacía a mi hijo conocer Aquapland. El plan que tenemos va de playita o campo, tortilla de patatas y a casa a descansar. Descansad diputados y dejadnos respirar. Respira amigo respira, y reza lo que sepas para que a tu empresa no la vayan a cerrar.
Y cuando toque marcharse seguirá el tango sonando y las parejas bailando, y los pajarillos continuarán componiendo su sinfonía de cada mañana, y brillará el sol alegrando caras somnolientas. Y por el sur regresarán las cordilleras de nubes para regar ciudades y campos. Y en el último suspiro tal vez te preguntes ¿a quién entregaré ahora mi vida? Y sonreirás al recordar las piedrecitas que fuiste echando al camino para saber por dónde regresar. Y regresarás, por siempre jamás, al lugar del que partiste para encontrar la felicidad. Pues no hay felicidad más gozosa y plena que vivir, con tus sueños, alegrías y penas, anhelando siempre rodearte de amor y paz. 

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