miércoles, 21 de septiembre de 2011

Carcassonne

Una ciudad recostada sobre la colina, parda, galana, orgullosa.  Un difluir de murallas y calles que acarician la ribera. Un río de aguas mansas y un lecho de piedras luengas como las campanadas del atardecer. Un salto de agua humedece los ojos del milenario puente. Un meandro y en el meandro una pradera donde bañarse al sol.

Cuando te contemplo desde ese otro puente que nos comunica con el tumultuoso siglo XX, me pongo a pensar pendiente y siempre presente en tu solaz visión. Desde aquí pareces ciudad desierta, abandonada bajo los rayos del sol que se derraman sobre tus caderas, implacablemente, insolentemente. Solamente cabe escapar a su látigo a los pies de la ribera, bajo las sombras frondosas de los plátanos. Allá donde las parejas de enamorados y las familias van a retozar o a almorzar. Allá donde el río baja con caudal bravío.

Catarsis de cátaros y caballeros, confabulados contra comunes criminales cayendo con calumniosos comentarios contra ellos. Canta cántara cantarina. Cátara cautiva canta con candidez y que tu canto calle la causa criminal conspiradora, corona, iglesia, cruzada albigense, que quiere callarte cátara cautiva.

Luna en gibosa menguante. Ciudad colina adelante. Carcassonne cautivadora, coadyuvante hoy, corrompida hoy, cautiva hoy, en las manos del conspirador cochino comercio canalla que todo lo puede, que todo lo calla.

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