Ti ricordo ora, quando l’autunno
sta per bussare alla mia porta. Ti ricordo ora, quando il sole dipinge il
pomeriggio con i colori della terra. Ti ricordo ora, cuando está a punto de
estrenarse el último film de Woody Allen: A Roma con Amor. Y qué título puede
haber más oportuno para expresar lo que siento en estos momentos: A Roma con
Amor. A Roma la ricordo con amore. No hay nostalgia. Roma siempre estará ahí
esperándonos, y el deseo de reencontrarnos con ella también. En mi retina
permanecen muy vivos i colori da Roma. Los colores de sus atardeceres empapando
plazas y fachadas con matices ocres y tierra. Il crepùscolo romano, la ora piú
bella de la Città Eterna. Cuando la magia desciende hasta acariciar el asfalto.
Sobre esa tierra romana donde viven y conviven más de tres mil años de
historia, historia agitada, muy intensa, en el sendero y epopeya de la
Humanidad toda. Historia viva, Antigua, Medieval, Renacimiento, Barroco,
Moderna y Contemporánea, discendono sopra noi. Desciendan sobre nosotros para
mostrarnos, en una sola panorámica, con un solo giro de nuestras cabezas, todos
estos períodos de la genialidad y de la ruindad humana. Ninguna ciudad sobre la
tierra puede ofrecernos semejante panorámica. Solo la Mamma Roma. Umbilicus
Orbe. Umbilicus Urbis. Via dei Fori Imperiali, desde allá lo podrás contemplar
de la mano de Octavio Augusto que mayestático te invitará.
Roma no es perfecta. La
perfección es la muerte. Roma puede ser y es caótica, según cómo la mires,
según cómo la percibas. Pero en cualquier caso no te dejará indiferente.
Olvídate del color de los semáforos y la disponibilidad de cruzarlos, huelga
decir sobre un paso de peatones. En Roma tanto unos como otros se respetan a
discreción.
Roma puede ser sucia hasta
molestar, pero parémonos a pensar cuántas docenas de miles de personas
transitan a diario por sus calles. Aún así hay callejones, rincones, portadas…
olvidadas por vecinos y regidores, aunque, por otra parte, ciertos desconchones
le aportan un encanto nada despreciable. Pienso que el fascinante barrio del
Trastevere es un buen ejemplo de esto último que venimos hablando. Paseando por
sus vicoli, sus callejones, hallarás lo uno y lo otro. La más opresiva dejadez
coqueteando con la más arrebatadora sensualidad arquitectónica. Sus rincones,
rezumando aromas de orín añejo, angustiados por escalar hacia los sugerentes
balcones abrazados por hiedras y parras. Los comercios globalizados de
souvenirs y recuerdos disputándose protagonismo y clientes con las trattorias y
pizzerias más genuinas de Roma. Y de entre todas ellas la Trattoria Carlo Menta
quedará aquí reflejada por hurtar con afecto y exquisita calidad gastronómica
un pedacito de nuestros corazones. Y ya que estamos metidos en faena cómo
olvidar la gelateria que endulza la Piazza delle Cinque Scuole del Ghetto
romano. Il Ghetto, un lugar opresivo y decadente, hoy poco a poco recuperado y
ocupado por hosteleros de cocina kosher, magníficos pasteleros y panaderos, donde
sientes aún latente esa ignominiosa presencia de la herrumbre humana. Il
Ghetto, ese lugar sombrío, de altísimos inmuebles y estrechas callejuelas que
te escupe a la cara para recordarte, revelarte hasta dónde puede llegar la
vileza de la especie humana. Il Ghetto anche è Roma, ideado por obra y gracia
de los Sumos Pontífices de la Iglesia Católica, corruptos y sádicos, los mismos
que también hicieron grande a Roma en otros muchos aspectos. Genialidad y
ruindad una vez más de la mano.
Y desde el Ghetto, tras
maravillarnos con el Portico de Ottavia y los restos orgullosos del Teatro
Marcello, hasta llegar a las imponentes escaleras que culminan en otros de esos
lugares mágicos de Roma; la Iglesia Santa María in Ara Coeli, una de las más
antiguas de Roma, encumbrada en el Monte Capitolino, junto a la renacentista y
sublime Piazza Campidoglio. Iglesia aún preferida por el Senado y el Pueblo
Romano, Senatus
Populusque Romanus. Iglesias, basílicas, oratorios…, para empezar y
no terminar. En Roma hay tantas como belleza tenemos por admirar al entrar en
cualquiera de ellas. Aunque no profeses la religión que ante sus magníficos
altares se reza, al visitarlas no podrás más que quedarte extasiado ante tan
insolente, ostentoso y excelso despliegue de arte y beldad suprema. Roma y sus
iglesias merecen tantos y tantos capítulos aparte que sólo conociéndolas
alcanzaremos la medida aproximada de lo que estamos viendo y hablando, pues son
innúmeros los secretos, pasajes y anécdotas que ellas, por sí solas, encierran.
Necesitaríamos horas para observar y gozar de todos esos detalles que a simple
vista escapan de nuestros ojos exhaustos ante tal derroche de monumentalidad.
Porque fue y es un derroche, cómo desdeñar ese aspecto, pero están ahí, ya no
lo podemos remediar, y sería un absurdo quedarnos en ese detalle. Están ahí,
para los amantes del arte, para los amantes de la belleza, para quienes gustan
de buscar y admirar lo bello que nos ofrece la Vida, olvídate de todo lo demás.
Ostentación, soberbia, belleza. Y el barroco se hizo verbo.
Y cuando tengas sed peregrino,
cuando sientas tus fuerzas flaquear por el intenso calor, bebe, aliméntate con
l’acqua di Roma. El agua de Roma, me gusta más en italiano, l’acqua di Roma es
una bendición y una evidencia más de que en esta ciudad, madre de todas las
ciudades, la historia está viva. De no ser por los antiguos romanos, que
construyeron acueductos no sé cuántos, y en Roma tantos más, Roma no dispondría
de este líquido patrimonio que corre a raudales, cristalina, fresca y sin pausa
por cada uno de sus callejones, patios y plazas. Y como todo en Roma se ha de aderezar
de lindura y arte, l’acqua, esta agua bendita, no podía ser menos. Y siendo
así, la hallarás brotando por docenas y centenas de fuentes a cual más hermosa.
Algunas tan célebres que huelga decir su nombre. Lanza una monedita, sin
mirarla cara a cara, y tal vez regreses para volverla a contemplar, eso dice la
urbana leyenda, y en Roma también hay docenas y centenas de estas. Tal vez
alimentados por ella, por esta bendita herencia de la antica Roma, los más
grandes genios del arte se inspirarían para erigir fuentes como las que adornan
innumerables rincones de Roma. Estampas de Roma brotando de sus fuentes. Bernini,
Borromini, Miguel Ángel…, aliviarían su sed y calor como hoy lo hacemos nosotros,
pero ellos tuvieron la destreza suficiente para agradecer esa bendición
imaginando y erigiendo estos encantadores monumentos, algunos tan delicados y
recatados que has de andar muy atento para no perderlos de vista, no pocas
veces estos últimos suelen ser los más bellos, precisamente por eso, por su
delicadeza y su encantadora modestia. No sabría con cuál o cuáles quedarme, con
casi todas las que nos topamos repusimos botellas y fuerzas.
Y siguiendo el curso del agua, en
este caso de las aguas bravas que alimentan al Tíber, el legendario río de
Roma, llegamos, en un vetusto y abrasador tren de cercanías, hasta el
yacimiento arqueológico de Ostia Antica, el cual, aunque no suele copar tantas
páginas y sugerencias de guías y webs de Internet como Pompeya y Herculano,
considero merecedor de una visita más que sugerente y recomendable. El estado
de conservación de los restos que aún podemos transitar, admirar, fotografiar…,
es tan notable como lo es el del abandono por parte de las autoridades e intendencia
responsable del yacimiento. Adyacente al mismo se encuentra una carretera,
separada del recinto por una ridícula barandilla que hasta el niño más osado
podría fácilmente superar. Resulta increíble que sobre la delicada epidermis de
unas ruinas de incalculable valor material e histórico no se hayan cometido más
actos vandálicos. Corteza de suculenta historia en la que germinan necrópolis,
teatros, ínsulas, palacios, letrinas públicas acaparadoras de chistes y risas,
templos, tabernas que sólo necesitan de la presencia del tabernero y sus
clientes para regresar de tiempos pretéritos. Columnas, pinos y gatos,
decorados, paisajes y actores de un escenario que invita a soñar.
Y sin dejar de soñar, me emocioné
hasta la turbación paseando por las Termas de Caracalla. Visitar las Termas de
Caracalla con el espíritu y la mente presta y dispuesta para dejarse llevar a
otras épocas, lugares, paisajes y paisanajes es una de las experiencias más
agridulces que he experimentado y que podrás experimentar. Acude a ellas cuando
no te sientas aún empachado ante la monumentalidad de vestigios que sólo
pudieran parecerte descomunales piedras y ruinas, las cuales no sabrías muy
bien dónde situar. Acude a ellas para realizar un sano ejercicio de
imaginación. Ellas fueron erigidas para la práctica del saludable ejercicio y
contacto con el agua, en todas las facetas posibles que el ser humano fuera
capaz de crear para gozar de la Vida, para recrearse, para relajarse y como tal
debieras de acceder a ellas, con tu mente fresca, entregada al placer que puede
proporcionarte la imaginación y el deleite de la Vida. Escucha el chapoteo
procedente del tepidarium. Un grupo de muchachas ríen y danzan mientras desde
el otro lado de la gran sala una instructora las invita al orden. Admira el
fascinante conjunto escultórico del Toro Farnesio mientras un siervo te acicala
la espalda con aceites aromáticos. Sumérgete en la natatio, tu cuerpo, libre de
atavíos, será marioneta para ninfas y delfines. Mas no te asustes, disfruta,
goza, diviértete, la Vida es bella y tú estas en Roma para comprobarlo, en la
Gran Roma, Madre de todas las ciudades.
Siendo así, aunque de visita
absolutamente recomendable, dejo descansar mis piernas y mis posaderas en los
graderíos del Coliseo y la sensación que experimento es dispar a la recibida en
las Termas de Caracalla. Estas fueron construidas para la delectación de los
sentidos, y sin ánimo de extenderme en apreciaciones morales, me cuesta
entender cómo pudo la misma civilización erigir este colosal y bellísimo
recinto para la Muerte, con mayúsculas y sin tapujos, para la visión deleitosa
del Horror y la Muerte. No encuentro explicación plausible ni quiero saber, ¡no
me lo digas!, cuántos horrores presenciaron estos graderíos y vomitorios. Genialidad
y ruindad una vez más dándose la mano.
Y por todas ellas; termas,
hipogeos y anfiteatros, los gatos, siempre los gatos, presentes y expectantes. Espectadores
y amos de ruinas, monumentos y templos. Siempre los gatos. I gatti di Roma,
atigrados, unicolores, hembras y machos, los gatos. Antiguos romanos en ellos
encarnados, los gatos, siempre los gatos.
Y Roma, siempre Roma, Città
Eterna, para pasearte, descubrirte. Una fontana te regala l’acqua
incesantemente mientras una Vespa veloce te roza las nalgas. Roma, siempre
Roma. Una descomunal bañera, donde tantos y tantas calmaron calor y tensión en
las Termas de Caracalla, hoy preside una piazza donde moran y sueñan ecos del
Renacimiento y el Barroco. Palazzi di Roma, maestros del arte para el mundo
entero. Roma, siempre Roma, balcones con hiedras tendidas al atardecer. Sofía
Loren conversa animadamente con un pretendiente al sacerdocio, su mirada es
ingenua, rebosa fascinación y amor ante la presencia seductora de la exuberante
dama. A sus pies se agita la Piazza Navona, ríos esculpidos, embajadas y
basílicas, Bernini, Roma, siempre Roma. Un pórtico ajado sirve de cobijo a un
mendigo de aspecto francamente bohemio. ¿Peregrinos del arte o idealistas de
tiempos pretéritos? La crisis azota sueños y anhelos. Roma, siempre Roma. Lucen
silueta y aditamento una pareja de carabinieri mientras un grupo de féminas los
observa de soslayo desde la loggia de la Galería Alberto Sordi. Roma, siempre
Roma. Un pastello di ricotta, un gelato e due capuccini, Caffetteria Giolitti,
sabrosa estampa de tiempos mejores. Roma, siempre Roma. Ponte Garibaldi, a lo
lejos la cúpula del Vaticano abrazada por las gráciles nubes del crepúsculo.
Con ellas llegan las horas más deseadas de la jornada. Roma, siempre Roma. Un Mítreo
reposa a los pies de una iglesia del siglo IV, sobre ellas se alza la Basílica
de San Clemente. Roma, siempre Roma. Una ablución en una bellísima fontana,
como ofrenda al obsequio que para nosotros representa poder visitar en estos
tiempos tan infaustos la Villa Borghese. Roma, siempre Roma. Un teatro
recuperado para la ciudadanía toda, sin subvenciones, libre de presiones
políticas, por y para el pueblo, Teatro Valle no extingas la llama en esta
lucha reivindicativa y pacífica que nos encamine hacia Otro Mundo Posible.
Roma, siempre Roma, unos carteles nos hablan del consenso de la ciudadanía para
desautorizar la propuesta de privatizar l’acqua di Roma. Roma, siempre Roma. No
me agobies con tus prisas, déjalas en tu ambiente, en tu estado de cosas un
tanto estresado, los empleados de Roma alumbran y amparan un ritmo algo más
pausado, y yo les aplaudo. Roma, siempre Roma. Pizzas y platos de pasta,
absolutamente deliciosos, en el mejor marco posible, a precios hace tiempo ya
olvidados. Roma, siempre Roma. Giacomo Giacchino Belli, monumento amado y
acicalado al poeta del pueblo, al ruiseñor del Trastevere. Roma, siempre Roma. Un
pelotón de presbíteros, jóvenes y bien parecidos, desciende las escaleras del
Ara Coeli, una hermosa señora no cesa de hacerles fotos mientras solicita que
bajemos raudamente para descubrir hacia dónde conducen cuerpos y maletas. Roma,
siempre Roma, una pareja de lindos sombreros en tus entrañas reside, quién
sabe, algún día los encontraremos. Densa espuma, trabajo meticuloso y cacao
espolvoreado, capuccino romano, placeres mundanos. Otto dalla mattina, Santa
María in Trastevere abre las puertas para mí, absorto me dejas, permite que me
siente, mi cámara quedó atrás, Santa María Madre Dio prega per me!. Largo
Argentina alla Stazione Trastevere, un tranvía para descansar, escuchar,
conversar. Sapori da Roma, una vecchia signora nos anima la tarde con su
plática llena de brío y juventud, mientras, su sobrino, nos entrega los más
sabrosos panes. Junto a las aguas audaces del Tíber aderezamos la noche con una
partida de futbolín. Ni pa ti ni pa mí, esta camiseta es pa mi niño porque para
él la elegí. Transitando por tus calles
más pequeño me siento ante este enorme pie que en una esquina me
encuentro, en mármol te labraron, ahora dime, adónde vas tan inmenso, ¿quién te
calzará a ti? No te escribo con nostalgia, siempre estarás ahí, para pasearte,
para descubrirte, para amarte. Ti amo Roma!
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